El Agente Secreto X9 regresa
Enrique dos Santos Molinari
(Capitulos 1 al 3)
1
Finalizada la guerra en Europa, Corrigan tuvo que regresar y tomar vacaciones en América, lo que le pareció tan extraño como impropio. Amaba a su país, pero sus padres ya no vivían y su único hermano había caído en acción; solo le quedaban algunos parientes por parte de su madre, que eran granjeros en Iowa. Antes había sido detective, pero su labor como agente secreto en apoyo a la defensa y estrategia militar de la nación, comenzó no bien las autoridades comprendieron que participar en el conflicto global era inevitable y la neutralidad imposible, en un mundo en el que Hitler y sus secuaces avanzaban cada día más en su macabro plan esclavista y de exterminio. Por eso, fue de los primeros en alistarse, en recibir entrenamiento y formar parte de un cuerpo de espías que se jugaría la vida a cada instante en suelo extranjero, casi sin probabilidades de supervivencia y éxito. Pero él estaba especialmente dotado; sus cualidades personales, educación, dominio de varios idiomas, integridad moral y dura experiencia juvenil, lo signaron para aquella misión extrema. Ahora, había vuelto después de largos años de forzado exilio, cuando sus únicos momentos de seguridad habían transcurrido en el siempre amenazado territorio británico o en la pequeña Suiza neutral, entre diplomáticos, militares y agentes enemigos, o huyendo de traidores que actuaban por dinero, en uno u otro bando.
Se sintió extraño porque había olvidado el sentido de pertenencia a aquella comunidad donde la libertad y la seguridad jurídica le informaban a cada instante el bien que había perdido durante años. Y le resultó impropio, porque no lo percibía como un derecho natural después de tanto tiempo sin esa alternativa. ¡Qué le esperaba ahora! La agencia respetaba su trabajo y podría darle otras misiones de menor riesgo o similares; era todavía joven y los tiempos exigían mantenerse alerta frente a aliados que en el futuro próximo ya no lo serían. Había invertido demasiado tiempo en lo mismo… Tampoco le interesaba trabajar como detective, ni aún con sus antecedentes, que le aseguraban conformar un grupo con quien ejercer su antigua profesión, aliviado y tal vez con buenas perspectivas económicas. Lo pensó una y otra vez y a su mente regresaron viejas imágenes de rutinarias persecuciones de maridos o mujeres infieles, algunas investigaciones interesantes de sucesos complejos, donde padres, hermanos o hijos conmovidos por crímenes brutales o que involucraban altos intereses económicos, acudían a él con el afán de obtener justicia, reivindicación o meramente, venganza. También, las oscuras pasiones de sus contratantes, que no siempre merecían un servicio serio y legal, aunque acudieran con aparentes nobles intenciones. Y sus dudas aumentaron.
Visitó a su jefe natural, aquel a quien reportó en los últimos tiempos, aunque recordaba con más cariño y reconocimiento al primero, a su maestro en el arte de averiguar y pasar desapercibido, al que le inició en el uso de las claves, en la contención de sus emociones y en el sacrificio del amor y la amistad sinceras, que cuando surgieran, siempre pondría en tela de juicio; pero ese -el mejor - ya no estaba entre ellos, por haber abandonado la Compañía.
Recibió entonces su recompensa, un verdadero reconocimiento por su labor cabal y eficaz y hasta el privilegio de una entrevista con el número uno de la organización, que política y falsamente repitió los mismos elogios y agradecimientos, casi con su expediente en mano, de manera indudablemente no sentida. Por supuesto aquello no lo convenció. Ambos, tanto Dashiell como Leslie[i] lo habían abandonado y dejado abierto para siempre, su argumento de vida. El primero, tampoco tenía ya nada que ver con Pinkerton, donde tal vez le hubiera sido fácil ingresar con su recomendación. El Flaco [ii], con sus eternos problemas de salud y absurda ideología para un verdadero americano de aquellos tiempos, era un amargado que a pesar de todo, siempre salía adelante. Leslie le presentó a Templar pero aquel extravagante nada quiso saber de él, pues “El Santo” continuaría trabajando siempre solo y al margen de la ley, por más honorables que sus fines fueran. Luego fue a ver a Alex Raymond[iii], responsable de su salud y por ende de esa juventud y vigor que aún ostentaba, pero este vivía siempre atareado y a la carrera. Austin Briggs[iv], fue quien lo recibió cortésmente y hasta le aconsejó que modernizara su vestuario y lo pusiera al tono de la moda americana del momento, que por supuesto difería de la europea tan sobria y tradicional.
Dejó Washington y partió hacia New York. Allí, por pura casualidad encontró a Sam Spade[v], quien curiosamente, lo escuchó, confortó y aconsejó como un verdadero hermano. Su rudeza habitual y carácter violento, expresados con aquella voz grave y nasal que lo caracterizaban, no lo molestaron puesto que ambos eran personajes realistas y de fuerte temperamento. Por eso comprendió definitivamente que no podría reinsertarse en su país y que su destino lo llevaría nuevamente a vivir en el extranjero. Sam le habló de los nazis que huyeron a Paraguay, Brasil, Argentina y Chile, principalmente. – Allí, hay peces gordos que seguramente escaparán a los juicios de Nuremberg. Esas naciones tuvieron gobiernos militaristas y algunos de neto corte fascista, con ejércitos adoctrinados, con métodos y modelo prusiano, por lo cual es lógico que esos miserables se hayan refugiado allí tras la caída del tercer reich. – Ve Phil, búscalos, persíguelos y atrápalos; estoy seguro que alguien financiará tu tarea; comienza por un país menos contaminado por esa mierda y con un gobierno demócrata como es Uruguay. Allí encontrarás el camino por donde transitar; tienes credenciales y recomendaciones de la Agencia, preséntate a mi amigo W.J. en nuestra embajada, que él te atenderá adecuadamente porque te envío, y además ocupa un cargo de jerarquía y de confianza en Montevideo.
2
Bill (W.J.) había también colaborado con la Agencia unos años atrás, por lo cual X9 fue bien recibido y tras un amistoso relato de itinerarios por sus mutuos espacios y tiempos de acción, en los cuales ninguno profundizó ni en temas ni protagonistas, pasó a informarle sobre los puntos que le interesaban. Corrigan pronto comprendió que Montevideo, aun en la neutralidad inicial, siempre colaboró con los aliados, por lo cual las filiales de empresas alemanas cayeron en descrédito desde antes de la guerra y muchas cerraron definitivamente sus puertas. Las “listas negras” eran reducidas y tras rápidas reacciones de los interesados, se conseguía levantar aquella “indigna calificación”; tal era como lo sentía la mayoría de la población.
La batalla del Río de la Plata en diciembre de 1939 impactó fuertemente, no sólo a los uruguayos sino al resto del mundo y pasó a ser un símbolo de la resistencia británica en el Atlántico sur. El alto mando alemán había ordenado al Almirante Langsdorff, como postrera medida, mantener su buque en aguas neutrales, evitando internarse en Uruguay y tratar de arribar a Buenos Aires. De no ser posible, se le ordenaba hundir el acorazado Admiral Graf Spee, resolución que el capitán dramáticamente tomó el día 19, en la propia bahía platense, declarando en una carta póstuma del 20 de diciembre, que fue su única alternativa para que el navío no cayera en manos enemigas, después de haberlo conducido a “la trampa” de Montevideo. Los uruguayos en su gran mayoría sintieron aquel triunfo como algo propio y conservan reliquias de las naves inglesas que participaron en el combate. Cuando visitó el puerto, Corrigan pudo apreciar la torre con el telémetro del acorazado alemán, aún erguidos en medio de las pardas aguas de la amplia ensenada situada en el estuario más ancho del mundo, y el cerro en su extremo occidental que dio nombre a la ciudad y ostenta un antiguo faro y fortificación en su cima. Algunos marinos alemanes fueron internados en una pequeña ciudad del interior y posteriormente liberados, marcharon a Alemania, o formaron familia en el país. Además de ellos, cierto número de inmigrantes y una colonia de religión menonita constituían la escasa comunidad de origen alemán, sin aparente militancia nazi-fascista, hecho que era atentamente observado por las instituciones constituidas en defensa de la democracia. Otro factor notorio era la influencia francesa en la educación media, que inclinaba a la juventud hacia la defensa de los derechos humanos y los ideales democráticos, con excepción de pequeñas minorías de inadaptados de tendencia totalitarista. Los comunistas, eran activistas que actuaban en los sindicatos de trabajadores con cada vez mayor libertad, bajo un régimen de estado protector y liberal desde el punto de vista político, conducido por el partido batllista, cuyo líder José Batlle y Ordóñez, había sido dos veces presidente y el gran promotor del desarrollo económico y social del país desde comienzos del siglo XX.
En esos días, Ramón Columba llegó a Montevideo y Bill se lo presentó a Corrigan. Ramón y su hermano Claudio, eran los fundadores de la Editorial Columba de Buenos Aires, con quien Alex Raymond había tratado algunos años atrás e hizo los arreglos por lo cuales, parte de la vida de Philip era conocida en el Río de la Plata a través de una ficción publicada en las páginas de la mítica revista El Tony.
Ramón era extrovertido y amistoso. Organizó un almuerzo en el Restaurante del Águila, un clásico comedor montevideano que Corrigan no olvidaría por el resto de su vida. No sería por su estilo tradicional y parisino, ni por la extensa carta y excelente comida; sino, sorprendentemente, por el curioso trato de los camareros, que del reverente oficio, pasaban a la increíble audacia y curiosa habilidad de participar en la conversación de sus clientes -único lugar en el mundo en que aquello ocurría, sin atroces consecuencias – porque esas intervenciones eran casi siempre inteligentes, oportunas y útiles; tanto, que resultaban finalmente retribuidas con la complacencia de los comensales y generosas propinas. En este caso, fue la insólita ocurrencia de que X9 merecía la primera plana de la revista, que Mandrake - que la acaparaba desde hace mucho tiempo - gustosamente le cedería. Columba rió estentóreamente y dijo que era una posibilidad a conversar con el mago y su Sindicato. A Corrigan se le heló la sangre, pues se sintió desnudo ante aquella gente que apenas había tratado, pero que lo reconocían como si fuera un amigo íntimo. Le pareció que su carrera de agente secreto nunca había existido y que en esta otra dimensión, su existencia era tan transparente como la de cualquier personaje famoso mundialmente conocido.
Al día siguiente Philip, Ramón y Bill se reunieron en la embajada con un funcionario recién llegado de Estados Unidos, que se presentó como Mel Graff[vi]. Este, sin duda había concurrido a entrevistarse con Ramón y oír algunos datos y rumores que el argentino le aportó sobre posibles paraderos de nazis huidos de Berlín en los últimos días del Furher. A Corrigan le sorprendió el fuerte compromiso asumido por Ramón en aquella peligrosa tarea de indagar y trasmitir informes sobre tan macabros criminales como Adolf Eichmann o Joseph Mengele. Allí también se enteró que comandos judíos estaban ya organizándose para investigar toda información que existiera sobre evadidos de Nuremberg. No dudó más sobre sus futuros pasos. Desde luego, estarían ligados a su nueva relación con Columba. Aquel día se despidieron con un fuerte apretón de manos y una cita prevista para pocos días después en Buenos Aires.
Graff mantuvo una reunión más con Phil a solas, en las oficinas de la embajada; tal vez estuvo relacionada con sus nuevas actividades y los recursos económicos con los que contaría. Se supone que Bill nunca se enteró de esos términos y cuando Philip se despidió de ellos, Graff volvió a los Estados Unidos y ninguno de los tres volvió a verse más.
3
Durante un par de días Philip aprovechó su estadía en Montevideo. En aquellos tiempos era, en cuanto a población, la tercera o cuarta ciudad de América del Sur, de las más cultas y de mayor bienestar en Latinoamérica.
Las diferencias sociales en Uruguay se habían diluido gracias a la formación de una gran clase media que surgió de la movilización industrial y el fomento al comercio, impulsados por la política económica adoptada en el primer cuarto del siglo XX. Esto distinguió a la pequeña nación, llamada entonces “la Suiza de América”, no solo por ser un centro financiero de interés, por su libertad de movimiento de capitales, estricto secreto bancario e inexistencia del impuesto personal a la renta, o la amplitud de sus seguros sociales, lo que la constituyó en atractivo refugio en épocas de gran inseguridad por las guerras mundiales; sino por su moderno sistema universal de educación pública, laica y gratuita, altos niveles académicos, avances de la ciencia médica y la calidad de vida crecientes, que demostraban un desarrollo social y económico armónico, acompañado por la expansión de las artes, las ciencias y deportes.
Grande fue su sorpresa cuando visitó el Estadio Centenario y se enteró que Uruguay había sido campeón olímpico de fútbol amateur en los años 1924 y 1928; que por ello, tuvo la oportunidad de ser la primera sede del Campeonato Mundial de Fútbol Profesional en 1930, conquistando una vez más el primer puesto, en aquel formidable escenario, construido en tiempo record, lo que demostró el poderío económico y la pujanza del país más pequeño de Sudamérica. También comprobó su altiva postura democrática, cuando se supo que, con tales antecedentes en el deporte más popular del mundo, Uruguay decidió no competir en los campeonatos de 1934 (Berlín) y 1938 (Roma) porque se realizaban en naciones dominadas por regímenes. nazi-fascistas. El estadio está rodeado por un gran parque arbolado, que aunque oficialmente se llama “Batlle y Ordóñez”, los uruguayos continúan denominando “Parque de los Aliados”. Allí, admiró el magnífico conjunto escultórico en bronce, de gran tamaño, llamado “La Carreta”, que representa el medio de transporte rural de mercaderías de otros tiempos, tirado por varias yuntas de bueyes y conducido por gauchos a caballo, en una imagen que impresiona por su realismo y perfección creativa. El monumento es del escultor José Belloni y constituye un potente símbolo de la cultura uruguaya.
Conmovido aún por la experiencia vivida en el “Águila”, que lo introdujo de pronto a una vida real, volvió al centro y asistió a una función en el Teatro Solís, principal sala de Montevideo, en cuya ala derecha, al frente, se situaba el renombrado restaurante. Disfrutó de una obra clásica española bien interpretada por un elenco que se expresaba con gran corrección, lo que facilitó su comprensión y disfrute del drama, aun más porque él entendía y hablaba aceptablemente el idioma español. Esa noche cenó en “Morini”, otro antiguo y buen restaurante, que funcionaba en el viejo y pintoresco edificio del Mercado Central, ubicado en una de las manzanas adyacentes y detrás de la del teatro. Un enorme y jugoso entrecot hecho a las brasas, con simples papas fritas, fue su cena casi imposible de concluir por lo abundante, pero la delicia de aquella carne hizo que la terminara. Bebió un café y como la noche era cálida y de suave brisa, caminó hacia la Rambla Sur.
¿Rambla; porqué rambla, se preguntó? Sus conocimientos de geología, le hicieron razonar y obtener una respuesta, tal vez cabal. La denominación podría provenir del término usado en Barcelona para las grandes avenidas arboladas. Sin embargo, no era así: en Montevideo y según luego confirmó - en todo el país - se reservaba el término bulevar para esas vías de tránsito, casi siempre provistas de andenes centrales (además, la palabra aparecía escrita “boulevard”, en ciertos carteles antiguos, lo que demostraba la influencia cultural francesa, en un pueblo con predominio de personas de ascendencia española e italiana, y escasa población mestiza). Tanto calles como avenidas (denominación que recibían las principales y de mayor ancho), estaban arboladas preferentemente con plátanos, al estilo de las grandes urbes europeas. Esa avenida costanera, curiosamente sin árboles, estaba construida sobre riberas que constituyen verdaderas avenidas naturales secas y cubiertas de arena durante la mayor parte del año, en el borde septentrional del Río de la Plata, y posiblemente, se le llamó rambla, por similitud a las que existen y técnicamente así se denominan, al margen de torrentes de montaña o las que, en regiones ecuatoriales, se forman en relación con períodos de ausencia de precipitaciones.
Caminó por la ancha vereda junto al mar[vii] construida con grandes losas y rematada por un murete separado por tramos limitados por sólidos pilares, entre los que se apoyan amplios y gruesos sillares, destinados al reposo y contemplación del estuario, por los que allí se detienen, o deciden lanzar una línea, pues la pesca deportiva es posible en diversos lugares. Altos murallones de roca y hormigón, contienen el embate de las olas en las salientes de la costa, que en general se caracteriza por tener múltiples arcos y, hacia el este, playas de finas arenas. Ante la luna llena que iluminaba el paisaje, el mar erizado por la brisa primaveral, unos pocos transeúntes que como él marchaban lentamente, los amplios espacios libres al otro lado de la calzada y más allá, la vista de las calles del Centro y el Barrio Sur; Phil sintió una profunda emoción provocada por la sorprendente obra totalmente realizada en sólido granito rojo, noble expresión de belleza y poder, sabia conjunción de la naturaleza y la pasión humana, que produjo su asombro cuando comprobó que caminaba sobre una montaña de roca, labrada a mano y derramada con tal arte, sobre la margen de aquella costa privilegiada.
En esta primera entrega, presento a mis amigos de faceboook, los cap. 1 al 3 de éste mi primer intento literario en el la modalidad de "nouvelle"
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