lunes, 13 de junio de 2011

El Agente Secreto X9 regresa - Notas del autor (2a. parte)

[x] Ludwig Freude, padre de Rodolfo, era director dela Compañia General de Construcciones que realizaba obras de caminería entre Mendoza y San Juan, cuando Perón lo conocio y se hicieron amigos.
[xi] Llamaba Perón a sus partidarios de la clase trabajadora “mis queridos descamisados”, pero también – entre
sus íntimos - “grasitas”; o sea con el diminutivo de “grasa”, término que el vulgo aplica despectivamente en Argentina, a las gentes de bajo nivel social.
[xii] Cinturón del maíz; denominación que se atribuyó a la región centro norte de los Estados Unidos, poblada a fines del  siglo XIX y principios del XX por familias de origen alemán, laboriosas y prácticas en cultivos, que lograron, gracias a la fertilidad de los suelos y  su trabajo, gran éxito en el cultivo de esa gramínea y aún mayor productividad, por los elevados porcentajes de conversión del grano, en carnes bovinas y porcinas.
[xiii] Ambas obras  - el  monumento  y  la  sala -  eran creaciones  de los  años 1936  y  1937 del tucumano Alberto Prebisch, reconocido  como  verdadero innovador  en  la  arquitectura de  su  época,  por  su  criterio modernista  armónico y racional.
[xiv Llamado el cazanazis, Simón Wiesenthal fue liberado por los americanos del campo de  Mauthausen, pesando 45 kilos. Inmediatamente, puso a disposición de estos sus notas sobre  criminales de guerra y sus testimonios  fueron fundamentales en los juicios de Nuremberg. Continuó toda su vida en esa tarea, falleciendo en 2005, a los 97 años de edad.
[xv] Heinrich Himmler fue el Comandante en Jefe de las SS, posteriormente Ministro del Interior y finalmente por breve lapso,  Comandante de los Ejércitos del Rihn durante el sitio de Berlín. Fue el principal responsable del genocidio de  judíos, gitanos, homosexuales y testigos de Jehová perpetrado por el régimen nazi. Prisionero de los británicos, al pretender huir, tras la caída de Berlín, se suicidó con una cápsula de cianuro.
[xvi] Se refiere a  Reinhard Heydrich, quien fue  segundo mando de las SS, director de la Oficina Central de Seguridad del Reich y posible sucesor de Hitler.
[xvii Gerda Buch fue la esposa de Bormann de quien tuvo 10 hijos.
[xviii] En alemán significa negro.

El Agente Secreto X9 regresa - Notas del autor (2a. parte)

El Agente Secreto X9 regresa - Notas del autor

Notas I a IX
[i] Dashiel Hammet (1894-1961), fue un escritor estadounidense, famoso por sus novelas policiales (entre ellas El Halcón Maltés, el Agente de la Continental y El Hombre Delgado) y además, por ser el creador de la historieta El Agente Secreto X9, cuyos textos  fueron ilustrados inicialmente por el notable Alex Raymond. Leslie Charteris (1907-1993), también escritor americano, nacido en Singapur y famoso por su personaje “El Santo” (Simón Templar), se hizo cargo con posterioridad a Hammet, durante un corto lapso, de la historia de X9.
[ii] Se refiere a Dashiel Hammet.
[iii] Alex Raymond (1919 – 1956), fue uno de los grandes de la edad de oro del “comic” americano. Su dibujo del Agente Secreto X9 (creado para competir con Dick Tracy), introdujo un giro importante a la historieta, por su contundencia y  realismo. Siendo igualmente muy joven, por encargo de King Features Syndicate, creó Jim de  la Selva  (Jungle Jim) y Flash Gordon. Durante la 2ª. Guerra Mundial integró el cuerpo de “marines” y a su regreso, creó otra famosa tira, Rip Kirbi (detective), que dibujó hasta su muerte en 1956, causada por un accidente de auto.
[iv] El dibujo de Briggs (a cargo de la tira de X9 desde 7/11/38 al 11/05/40,  se distingue por sus claroscuros y un revolucionario uso de la gama de los grises.
[v] Personaje principal de El Halcón Maltés de D. Hammet.
[vi] Mel Graff es el dibujante que sucede a Briggs en la confección de la tira y su aporte principal, es humanizar el personaje de X9. Antes, el agente se hacía llamar Dexter. Ahora, ya es Philip (Phil) Corrigan, trabaja para el FBI, tendrá novia (Wilda) y se casará  el 17 de julio de 1950. Esta etapa  se inicia en mayo de 1940 y finaliza en marzo  de 1960.
[vii] El Río de la Plata es en realidad un estuario y en consecuencia, un brazo de mar cuyas aguas presentan, algunas veces, alta salinidad frente a Montevideo; otras, menor a causa de los aportes de dos grandes sistemas fluviales que desembocan en él: el de los ríos Paraná y Uruguay. Esa variación depende principalmente de los vientos, que producen corrientes en ambos sentidos, desde y hacia el océano. Sus aparentes mareas se deben también a la influencia eólica.
[viii] Denominación popular rioplatense que se da a los paquebotes que cruzan diariamente el estuario.
[ix] Mítico principado europeo del que provenía la princesa Narda.

sábado, 11 de junio de 2011

El Agente Secreto X9 regresa

El Agente Secreto X9 regresa 
Enrique dos Santos Molinari
(Capítulos 16 al 20)

16

Faltando diez minutos para las diez Philip llegó a la oficina de la calle Sarmiento, donde el mismo Columba lo recibió.
-¿Y Rosalía?, indagó Phil.
- Anoche, cuando finalizó su trabajo, estando yo en la Editorial, me dejó esa notita donde me comunicaba  que se sentía afiebrada y que la dispensara  porque hoy no vendría a trabajar. No es su estilo, porque nos esperaba un día duro y las raras veces que se ha enfermado, me lo informa el mismo día por teléfono. ¡Y cuántas veces ha venido a pesar de ello; hace lo esencial y luego se marcha más temprano! No puedo quejarme Phil, ¡es una verdadera joya de eficiencia y fidelidad!
X9 tomó la nota y la leyó. El contenido era el que Ramón decía, pero la letra era despareja, como si hubiera sido escrita  con gran premura; ¡aquella secretaria que tenía tanta agilidad y perfecta caligrafía!
-¿Serías tan gentil de pasarme la guía telefónica del Gran Buenos Aires?
Ramón se la entregó y Phil se dirigió a la página donde había encontrado la dirección de Hanna Keller, ¡pero no estaba, había sido cortada íntegra, con gran cuidado para que no se percibiera la falta fácilmente! Sin tiempo para que Ramón  percibiera la gran desazón de Phil, que inmediatamente vinculó la ausencia de Rosalía al hecho que acababa de descubrir, ingresó Borges que los saludó con su habitual formalidad.
Phil prefirió guardar su secreto por el momento y extendiéndole la mano, le saludo y los tres pasaron al despacho.
- Lo siento Jorge, no tendremos a Rosalía de apoyo pues avisó que está enferma, le informó Columba.
-Creo que, por nuestra parte, podremos prescindir de ella – contestó el escritor; más aún el tema es tan delicado que prefiero que no esté en la oficina.
Ramón se levantó, fue hasta la pequeña recepción y cerró la puerta con llave; descolgó el teléfono y volvió a su lugar. Borges lo aprobó con un movimiento afirmativo de cabeza.
-Bueno, lo que quería decirles es que recibí un mensaje cifrado de mi corresponsal en Estados Unidos, que me informó que el Sr. Elías Cohan no es un colaborador oficial de su gobierno ni del  apoyo más importante que tienen, el cazanazis Simón  Wiesenthal. Yo había consultado ya, porque su aparición aquí sin preaviso me tomó de sorpresa, aún sabiendo el interés que existe en investigar el tema que nos ocupa sin dilación.
-Y si Cohan es un impostor ¿como cuenta con tantos archivos de nazis fugados y los deja aquí, en mi caja fuerte?
- Verifica si aún están allí, le dijo Phil.
Ramón giró en su butaca y se levantó rápidamente con la llave de seguridad de la caja en la mano,  la cual eligió entre varias de su llavero de cuero. Abrió la caja fuerte y allí permanecían los expedientes tal cual los habían dejado. – Bueno, aquí está todo. Creo que su causa es la nuestra, pero ¿por qué nos buscó y puso  a nuestra  disposición todo este material?
-Por lo que dices; ¡su causa es la nuestra! y de alguna manera averiguó nuestras conexiones. Pretendiendo pertenecer a ellas, nos facilitó sus archivos para obtener información  adicional. Amigos, debemos tener cuidado. Creo que al Sr. Cohan no lo veremos más, pero sospecho que pertenece a algún comando israelita  independiente, y según creo,  su organización también conoce bien la nuestra. Pero tal vez, su interés no sea estrictamente atrapar prófugos.
- Pero, ¿por qué no nos dijo la verdad? ¿Cómo se presentó a ti Ramón?, indagó Borges.
Este se sintió por unos  momentos algo confuso y finalmente confesó:
- Lisa y llanamente por su nombre y apellido y exhibiendo un pasaporte, todo lo cual me pareció auténtico y legítimo.
- Ahora hazme un favor, llama a Rosalía a su casa - solicitó Phil.
- ¿Acaso crees…? E interrumpió la frase, para llamar sin demora a la casa de la secretaria.
Contestó su madre: - Sí Sr. Columba, Rosalía está aquí, pero reposando en cama, tiene fiebre alta.
-Pues dígale que no se preocupe, que solo quería saber sobre su salud. ¿Llamó Ud. al médico? Bien, bien, gracias señora.
Pero X9 no quedó satisfecho. Íntimamente intuía que aquellas coincidencias, tenían que ver con la  inesperada ausencia de Rosalía de la oficina.
Se despidieron con el compromiso de comunicarse cualquier novedad.
Philip volvió al hotel, cambió de ropa para sentirse más cómodo, se armó y partió de inmediato.


17

Su primer destino fue,  en el barrio de Núñez, una  casa quinta próxima a la Plaza Balcarce, donde  vivía Rosalía. El chofer detuvo el taxi en la esquina  que él indicó, y desde allí caminó lentamente hasta la mitad de la cuadra donde se hallaba la puerta principal de la residencia. Sin duda - pensó Phil - esta familia tiene una buena posición económica pues la propiedad es muy valiosa. Pasó por la puerta de entrada, dirigió su mirada hacia el jardín que rodeaba la residencia y continuó su paso para reconocer toda la propiedad. La calle era medianamente transitada por damas que iban  de compras, chicos que correteaban alegres y alguna que otra persona que pasaba apresurada cumpliendo sus menesteres. La zona era agradable; a su juicio, un buen lugar para vivir. En el extremo del predio, halló una amplia entrada para coches; Phil la probó y comprobó que estaba sin  llave; giró  el picaporte y dando una rápida mirada a su alrededor, impulsó sin dificultad la hoja derecha del portón de acceso. Se introdujo en la parte lateral del jardín y siguió el sendero que llevaba a las cocheras, seguramente destinadas a varios vehículos. En su camino, arma en mano, vigiló siempre la casa y sigilosamente se acercó al flanco izquierdo. Alcanzó una puerta que era el acceso a las dependencias de servicio, subió agazapado tres escalones y escrutó desde allí al interior, a través de los vidrios de la parte superior de la puerta. En la antecocina alcanzó a ver apenas parte de la figura de  una señora, sentada  y atada a un sillón y confirmó sus sospechas en torno al acoso a que había sido sometida Rosalía. La puerta de la cocina estaba cerrada por dentro, pero a poca distancia había una ventana con vidriera de guillotina que tanteó y elevó con sigilo. Sin mayor dificultad, gracias a su agilidad, logró ingresar por la abertura y encañonando su arma al frente se dirigió hacia la inmóvil mujer que estaba amordazada. Ella lo vio y tras un gesto inicial de espanto, comprendió que allí aparecía alguien en su socorro. Phil le hizo una señal de silencio y acercándose al borde del vano que unía los dos ambientes observó hacia ambos lados y se dirigió a ella, haciéndole señales de apaciguamiento.- Si la libero ahora, me complicará – discernió – dirigiéndose de la antecocina hacia la puerta basculante que conducía al comedor diario. Miró por la rendija y no vio nada que le inquietara, impulsó levemente la puerta que giró sobre su eje y siempre con su arma firmemente sujeta barrió el espacio que apareció antes sus ojos. Se detuvo como un gato que está a punto de saltar sobre su presa y puso el cañón de su 45 sobre la sien derecha de un individuo que dormitaba en el silloncito de lectura de aquel lugar apacible donde la familia almorzaba y tenía su lugar de estar. El hombre sobresaltado, se enderezó en el asiento pero ni siquiera intentó pararse ante la amenazante actitud de Phil.
-¿Quién es  Ud.? – murmuró tembloroso.
- ¡Yo soy el que pregunta eso!, y además me dirá qué hace aquí -respondió Phil, mientras desarmaba con velocidad y eficacia profesional al secuestrador.
- ¿Y Ud. cree que voy a decirle porqué estoy aquí?
- Creo que por ahora no será necesario – replicó X9, aplicando un certero y fuerte culatazo al incauto, que se desmayó al instante.
Volvió el agente secreto a la antecocina y reiterando las advertencias de mantener silencio, desató y quitó la mordaza a la aterrorizada mujer, de unos cincuenta y cinco años de edad.
- Señora, en voz baja y rápidamente, dígame que ocurrió.
- Este hombre  ingresó hoy de mañana por la puerta de la cocina, seguramente  cuando Rosalía  estaba saliendo para su oficina y  dominó a la señorita y su madre Cuando llegué a trabajar, entré  por el portón de la cochera y la puerta de la cocina que estaban abiertas como de costumbre a esa hora,  y me encontré con él que me tranquilizó diciéndome que nada me pasaría ni a mí ni a la familia, si colaboraba, pues tenía que cumplir una misión sin que el Sr. Columba se enterara y luego él y un compañero que también participaba, se retirarían sin causarnos daño. Me imagino que deben estar en uno de los dormitorios. Sé, que  la mamá fue obligada a hablar con Columba y decirle que Rosalía guardaba cama. Y eso fue todo; me ató y me  mantuvo custodiada, hasta que Ud. llegó.
-Bien, manténgase en calma, que ataré a su captor e iremos a liberar a Rosalía y su  madre. Y usando la misma soga y la mordaza que aprisionaron a la mujer, hizo lo propio con el ahora prisionero, que comenzaba a recuperarse del golpazo que le había proporcionado. La tarea estaba cumplida, antes de que el hombre pudiera emitir el mínimo sonido. Acompañado por la empleada de la casa, se dirigieron hacia la sala, donde hallaron a las dueñas de casa, también inmovilizadas e inhabilitadas para hablar, por igual método. Primero, Phil desató a la señora mayor, luego hizo lo mismo con Rosalía, quien eufórica, lo abrazó y luego, con lágrimas en los ojos, dijo:
- ¡Gracias a Dios Sr. Nagirroc! Le  diré lo que ocurrió. Anoche a última hora, después que se retirara el Sr. Columba, y mientras finalizaba mis tareas llegó ese traidor de Cohan, quien estuvo indagándome sobre sus averiguaciones de horas antes. Yo poco sabía de su búsqueda, salvo que hablamos del delta y sus islas y que lo noté complacido por haber hallado aparentemente una dirección  importante para Ud. Insistí a Cohan que yo no sabía nada, pero él me amenazó con un arma y me sentí obligada a ofrecerle la guía que le había proporcionado a Ud una aparente  pista. Con cuidado examinó las hojas y notó casi indelebles marcas que en su búsqueda Ud dejó. Observó la hoja a trasluz, luego con cuidado la cortó íntegra  con una navaja y dejó el tomo, procurando que nada  se notara. Me obligó a escribir un aviso sobre mi supuesto malestar, justificando que no iría a la mañana siguiente, e hizo que llamara a mi madre y le  advirtiera que no pasaría la noche en casa, alegando que ¡la pasaría con mi prometido! ¿Cómo sabía este cretino, que mamá lo admite y que no se sentiría sorprendida? ¡Este tipo nos vigila desde hace tiempo, al Sr. Columba,  a mí y tal vez, a Ud. también, Sr. Nagirroc! Anoche, después de eso,  me retuvo en una casita rural que él y su camarada tienen, ni se dónde, me dio de cenar decentemente, me ofreció dormir en un cuarto donde permanecí encerrada, afirmándome que no temiera, pues temprano a la mañana, volveríamos a mi casa. Al notar que me trataba con respeto y que desapareció toda violencia o insinuación de abuso, forzada por las circunstancias, me calmé y dejé que las cosas siguieran su curso. Y a pesar de mi pavor inicial, recuperé el ánimo y hasta dormí unas cuatro horas, sin zapatos pero vestida, sobre aquella cama que lucía prolija. A las seis, desayunamos café con leche con galletas y partimos en un chevrolet del 42  de color azul hacia mi casa. Abrí el portón de la cochera, entraron su auto; me hicieron pasar y tranquilizar a mi madre y cuando nos reunimos, nos explicó que estaban realizando una misión secreta que no podía ser revelada hasta que culminara y que debíamos tener confianza en que no sufriríamos daño alguno. No obstante, en el ínterin, tendrían que mantenernos quietas y nos ataron. Cohan se fue alrededor de las nueve en el chevrolet y dejó a Sam - así lo llama – aquí, para vigilarnos. Él fue el que te esperaba a ti Carola ¿no es así?
- Sí señorita, contestó la empleada aún confusa por la extraña aventura.
- Rosalía ¿tienes un sótano seguro, donde pueda encerrar a ese cretino, mientras me hago cargo de lo que ocurre con Cohan?
-¿Va a dejarlo aquí?
- Solo, si es posible y lo consientes. El lugar debe ser seguro; Uds. deberían salir para mayor seguridad. Y cuando yo confirme que está ocurriendo con Cohan, volveré con la policía y nos haremos cargo de ambos.
- Necesito un par de horas solamente. Te irás a ver a Columba, le contarás todo y muy pronto sabrán de mí. Sugiero a las señoras que vayan al centro, paseen y almuercen donde gusten que yo las invito, dijo ofreciéndoles un billete de cien dólares.
- No, eso no es necesario Sr. Nagirroc; Ud. ya nos  sacó de un gran aprieto y colaboraremos. - Mamá, Carola, por favor, hagan lo que el señor les indica.
-Está bien y muchas gracias, dijo la señora, aceptando complacida el dinero. Con esto además iremos de compras; ¡es un excelente pago por el alquiler de nuestro sótano!, agregó sonriente.
Phil bajó el prisionero al sótano, que sin duda era hermético, con luz y entrada de aire suficientes para que aquel hombre permaneciera allí, seguro e incomunicado por  el tiempo necesario.
Cerraron la casa y marcharon los cuatro, a sus diversos destinos.
El de X9 era, el ya previsto, las islas del delta de Paraná. Rosalía le indicó, como abordar en Núñez, el tren que habiendo partido de Retiro, lo llevaría al Tigre. Y en menos de  media hora, se hallaba en marcha hacia allí.

18

Cuando Phil llegó a El Tigre, se dirigió de inmediato a la estación fluvial sita a orillas del Río Luján donde contrató una lancha – taxi, cuyo patrón era Marcos, un joven criollo con apariencia honesta,  que le dio un precio por cuatro horas, advirtiéndole que si excedía ese tiempo le cobraría algo más por el combustible, no por su trabajo. A Phil le cayó bien como persona y el precio era razonable.
-Está bien - le dijo- pero ¿sabes donde vive la Sra. Hanna Keller?
-Oh sí señor; tiene una gran quinta en una isla sobre un afluente del Paraná de las Palmas. Cuando regresa de Buenos Aires atrasada, doña Hanna casi siempre recurre  a mí; bueno,  si no estoy ocupado en otro viaje, por supuesto.
- Vamos a visitarla. ¿Qué crees que le agradaría que le lleve como atención?
-Llévele aquel sombrero para el sol; le encantó, pero cuando consultó el precio, lo devolvió con malestar, como si estuvieran abusando de ella, por ser alemana. Phil se acercó al comerciante de sombreros y le indagó:
 - ¿Cuánto cuesta  ese…?
- Cinco dólares, contestó el vendedor.
- ¿Cómo se regula el tamaño?
- Es el modelo mediano señor; para adaptarlo, hay que ponérselo y ajustar esta cinta a la  cabeza, de manera  que quede  cómodo.
- Bien; ¿último precio?
- Llévelo por cuatro y quedamos en ¡Santa paz de Dios!, señor.
- OK. Envuélvelo como regalo para una dama, ponlo en una bolsa y listo – concretó Phil sacando su billetera. El hombre, disfrutando del negocio, hizo delicadamente lo que X9 le solicitó  y se lo entregó, agradeciéndole y ofreciendo a la destinataria, posibilidad del cambio que desee, ya sea por uno de distinto modelo o  tamaño u otra mercadería.
Phil volvió a la lancha seguido por Marcos, quien la desamarró, echó a andar el motor y partieron.
-¿Cuánto tiempo estimas que nos tomará llegar a lo de doña Hanna?
- Hora y media, señor; a buena marcha. Y enseguida comentó, como para matar el tiempo:
 -Desde que la guerra terminó muchos parientes han venido a visitarla, y algunos  dicen que alguien se ha quedado a vivir con ella. También, ¡es tan grande esa villa! Sin embargo, hasta hace poco, vivía ella solita, únicamente acompañada por el matrimonio Seoane, que nacieron en las islas  y le sirven desde que ella llegó. Gente buena y trabajadora los Seoane, le manejan todito, limpian y cuidan la residencia y el jardín, hacen las compras, las tareas de la casa  y atienden  a la señora. Aunque doña Matilde y don Jaime afirman, que la  señora Hanna es la que cocina para los tres y lo hace muy bien. Bueno, Ud. sabe, los alemanes que yo conozco,  todos se mueven y  ¡mucho! Ud no es alemán ¿no, señor?; gringo sí, pero aunque hable muy buen español, yo lo noto, es inglés o americano ¿cierto?
-Cierto Marcos, soy norteamericano, pero mi madre era alemana.
-¡Ajá!, vio como acerté. Parece que va a estar concurrida la cosa en la villa hoy. Hace un  rato un ruso tomó la lancha colectiva rápida, y  yo oí decir que quería ir a lo de doña Hanna.
-¿Un ruso?- preguntó Phil.
- Bueno, aquí le llamamos así a los judíos, para no ofender.
-Ah, comprendo. Y ¿cómo te diste cuenta que era judío?
- Y, la facha, señor. Grande, robusto, rubio transparente, ¡casi parece uno de esos chanchitos colorados! - agregó riendo.
- Y tú  piensas ¿que la señora Hanna es judía también?
- No, no. Es alemana pura  y se supone que el otro que vive con ella desde hace un tiempo, también. Pero a ese no lo vi  nunca. ¡Para mí que no existe! Nunca nadie del puerto lo ha visto, porque si no, yo lo sabría. Creo que son habladurías nomás y que allí no vive ningún hombre con la señora Hanna. Además, si así fuera,  doña Matilde me lo hubiera comentado; sabe como son las mujeres, ¡siempre se les escapa  la lengua!
Phil quiso mantener distancia con Marcos, que con su conversación lo iba envolviendo y a la larga, averiguando o suponiendo también, historias en torno a él. No quería decirle el motivo de su visita, aunque esperaba que el locuaz lanchero se lo preguntara. Por eso decidió cambiar de tema.
-Y ¿cómo es la pesca por aquí?
- Muy buena, por supuesto. Hay que buscar los pesqueros tranquilos, ¿verdad?, porque imagínese,  con el bochinche de lanchas que a veces hay, no se saca nada. Pero, yendo a un buen pesquero, en lugar tranquilo, puede sacar, surubí, pacú, patí, boga, buenos bagres de río y no se cuantos peces más, siempre con su carnada y aparejos apropiados, como es lógico.
- Si un día te busco para ir a pescar, ¿me acompañarías?
- Sin duda, pero entonces, iríamos en  un bote con motor fuera de borda que tengo y cuando estemos cerca del lugar, seguimos a remo y le garantizo que va a disfrutar de la pesca y del buen pescado. ¿Cómo es su nombre señor?, porque si vamos a salir de pesca Ud. ya es un amigo y tengo que saberlo.
- Philip Nagirroc. Llámame Felipe si quieres.
- Yo soy Marcos Abelenda, don Felipe, respondió respetuosamente.
- Bueno, mira Marcos ya que seremos amigos, te pediré un favor. Doña Hanna es la hermana de mi madre, a quien no veo desde que ella se vino a la Argentina. Me gustaría darle una sorpresa agradable y por eso vine sin avisarle. ¿Es posible que baje y llegue hasta la casa,  sin que la ponga sobre aviso?
- Pues si. Hay dos muelles, uno antiguo junto a un  montecito ribereño bastante cercano al parque que rodea  la casa y otro mejor, que ella hizo construir cuando vino,  bien enfrente a la villa. Lo bajo en el primero y listo. Allí lo espero hasta que Ud. me haga una seña desde el principal; entonces,  me acerco y bajo, o lo espero aquí en la lancha; como guste. Para mí es igual, traje mi almuerzo.
- Haremos como dices Marcos; te lo agradezco.
- ¡Faltaba más!
- ¿Dime, sabes si hay perros sueltos?
- No. Tenían un dobermann, pero mordió a un proveedor descuidado y doña Hanna, para evitar nuevos problemas, se lo entregó a un veterinario que se lo llevó.

Poco después, Marcos apagó el motor y con gran destreza timoneó la lancha hasta el antiguo muellecito, donde atracó frente al monte, en el que  predominaban sauces llorones, acacias, talas  y otras especies criollas, que le dieron a Phil una sensación de bienestar y cobijo que jamás hubiera imaginado. Al descender, X9 sonrió al botero, le palmeó la espalda en señal de satisfacción y aprecio, y le dijo:
-Por ahora, espera aquí en silencio.

19

Phil vestía una camisa de algodón sanforizado de color verde pastel, pantalón amplio al tono, sujeto por un  cinturón ancho, donde a la izquierda, se ajustaba  la pistolera de su 45. Llevaba además una campera que aun abierta cubría el arma.  Había estrenado unos buenos borceguíes  que compró en López Taibo dos días  antes, uno de los buenos  hallazgos de  su trajinar por la Av. Corrientes. ¡Que acierto llevarlos  ese día!,  pues aquel humedal, aunque cubierto de verde pasto, se sentía fangoso y poco firme bajo los pies, y el calzado le permitió caminar  seguro y protegido. Aunque su tensión regresó en pocos instantes, pudo percibir el canto de los pájaros que, innumerables, brindaban un verdadero concierto de trinos y llamadas. Y reconoció zorzales y horneros, calandrias y chingolos, que había aprendido a identificar en las grandes plazas de la ciudad y que  aquí, lo rodeaban en profusión. Se dio cuenta que estaba en un lugar idílico,  hasta que lo picó un mosquito. Este, lo volvió definitivamente a la realidad y con su paquete de regalo, colgando de la bolsa que había afirmado a su muñeca izquierda, con la derecha tanteó la pistola, que dejó  pronta para cualquier emergencia.
Caminó hacia la villa a través del  parque cuidado que la rodeaba; los árboles criollos se intercalaban entre robles y coníferas exóticas, que le recordaron especies europeas y norteamericanas bien conocidas. Avanzó sin ser visto; pretendía alcanzar la casa y tener una primera visión cercana del entorno, sin ser detectado.
¡Y vaya si  la tuvo!... Detrás del caserón, en una zona donde otrora hubo cultivos frutales, de los que quedaban solo una cierta cantidad de ejemplares pocos cuidados, existía un galpón destinado a guardar los implementos necesarios para el cultivo. Allí, junto al local de trabajo, Cohan marchaba a empellones, encañonado por un personaje que él  no conocía, pero que inmediatamente asoció con los datos que tenía sobre Bormann. Medía un metro setenta, había rapado su cabeza y llevaba solamente bigote y barbilla bien recortados; pero reconoció su perfil y mirada de acero. Sí, era ¡Martín Bormann! que había dominado a su perseguidor; observó  la Walther P38, característica de los oficiales nazis y se le heló la sangre: ¡sin duda, era él!
Quedó atónito. Por instantes dudó sobre la acción a tomar. ¿Estaría aquel hombre rodeado de sicarios, o simplemente se sentía protegido por el anonimato en que lo sumergían las islas del delta y la familiar villa de  Hanna Keller?
-¡Matilde, apúrate que tenemos visita!, clamó enérgicamente una voz femenina con acento alemán, y al tiempo que Bormann y Cohan desaparecían en el  galpón de labranza; por  un sendero cubierto de balastro bien apisonado, que conducía al gallinero, llegaba apresurada doña Matilde, con una huevera esférica de alambre acerado, que sostenía por su mango  semicircular torneado en espiral y estaba  repleta de huevos recién recogidos.
- Ya voy, doña Hanna – contestó la buena ama, ingresando por la puerta trasera y haciendo sonar con estrépito, el marco retráctil cubierto por tejido mosquitero. Nada vio ni oyó la atareada mujer y eso permitió a Phil escabullirse velozmente hacia la puerta del cobertizo.
- ¡Eh! ¿Quién es Ud y que hace aquí?- tronó el vozarrón de Jaime, que llegaba lentamente, por un camino lateral, en un charrete tirado por un equino y conduciendo dos más, unidos por riendas  al coche.
El grito alertó a Bormann en el interior del galpón, que imaginó la presencia de un compañero de  Cohan y, entonces, giró su cuerpo perfilándolo con el brazo y la mano armada extendida hacia la puerta. Esa distracción bastó para que el comando israelita tomara un  cuchillo militar que traía en una vaina atada a su pierna  y lo lanzará con gran fuerza y habilidad, hundiéndolo en la carótida izquierda de Bormann. Este, profirió un horrible grito ahogado y llevando ambas manos al cuello, cayó instantáneamente, perdiendo la conciencia, al tiempo que se desangraba rápidamente.
- FBI, gritó Phil a don Jaime que estaba aterrado ante la escena y, empuñando su pistola 45, se acercó con cautela y entrando al galpón, comprobó que el nazi expiraba. Entonces, agregó en alta voz: - ¡Entréguese Cohan, Bormann ha muerto!
Pero, el vindicador solitario, empuñando enseguida la Walther de su víctima había ya saltado por una ventana, y se dirigió hacia el charrete, desató una yegua  y montándola sin dificultad, huyó en ella a campo traviesa, en dirección opuesta a la casa.
X9 salió del galpón con el arma aún en la mano y dijo a don Jaime:
-Serénese, todo acabó; ahora llamaremos a la policía. Y, enfundando su arma, con la frustración de una misión trunca, pues su objetivo era detener al nazi para que fuera juzgado, recogió el modesto obsequio que traía para Hanna Keller y se dirigió hacia la casa.
Hanna y Matilde salían envueltas en llanto y Seoane corrió hacia ellas, diciéndoles:
- Don Juan ha muerto. Este caballero es del FBI y ha intentado ayudarlo y perseguir al asesino, que escapó en nuestra yegua,  hacia el fondo de la isla. Me dice que debemos llamar a  la policía.
- ¡No, eso no! – dijo Hanna. Pase Ud. amigo y hablemos.

20
Entró Phil a la casa, tratando de consolar a las mujeres conmocionadas  por aquellos violentos sucesos, que paralizaron su idílica existencia en aquel lugar. Jaime, se hallaba aun más  alterado que las mujeres. En su desesperación, expresó:
- Ya no seremos más los  Seoane, sino nuevamente nos llamaran  Schwarz[i], y volveremos a vivir el trágico legado de persecución y muerte que nuestros padres nos dejaron, y para  Ud,  querida doña Hanna, por amparar a su primo hermano, por él,  verá resurgir el estigma de horror y muerte que no la ha abandonado nunca! ¿Qué será de su sobrina polaca? que está aquí,  para visitarla por pura cortesía y que teniendo nuestra raza y ancestros comunes, se verá forzada a soportar la indagación de la policía, la sospecha y, peor aun, tal vez ¡la prisión!
- ¡Calla Jaime, por favor!; pase Ud señor…
- Nagirroc; Philip Nagirroc, contestó X9, con sumo respeto y hasta sintiendo cierta contrición.
Era indudable que aquella buena gente se vería involucrada en un escándalo descomunal. E imaginó sus nombres en todos los periódicos del mundo, el escarnio que recaería sobre ellos, día a día, con cada avance de la investigación, y hasta pagando la culpa de la infructuosa búsqueda del homicida que hizo justicia por mano propia…
¡Y de pronto, recordó a su prisionero clandestino, que permanecía aun  en el sótano de la  casa de Rosalía! En fin, esto había sido su vida de siempre  y a pesar de que cada aventura que le aguardaba era más complicada, su rol era este; enfrentar situaciones  a veces imprevisibles y resolverlas, sabiendo que apoyaba causas justas. Pero, ¿qué sería de ellos?; ¡él mismo, para continuar su tarea, debía salir ileso de este intríngulis! ¡El gobierno del General Perón sería implacable con un agente secreto norteamericano!…
Pasaron a una pequeña sala donde la señora acostumbraba hacer sus labores; allí estaba su tejido, esperando que lo retomara, un ejemplar de la  revista Burda con el modelo y la técnica de los puntos, y la lana necesaria  para continuar el trabajo.
Doña Hanna pidió a sus servidores que mantuvieran la calma y la dejaran sola con Phil.
La dama intuyó que podría confiar en aquel hombre que había aparecido allí - no sabía cómo,  ni de dónde - pero que debía  ostentar credenciales suficientes como para estar legítimamente detrás de Martín y más aún, que había demostrado ética, al considerar un asesino a aquel que lo había ultimado, aún tratándose de un  enemigo de guerra.
-Señor Nagirroc, comenzó, ¿quien  los orientó para llegar hasta mi primo?; me refiero a ambos: al asesino y a Ud.
- Señora, percibo su aparente  inocencia y la grave situación que  puede esto desencadenar. Yo solo cumplo con mi deber: buscar a fugados que deben ser sometidos a juicio en Nuremberg. Ese hombre nos engañó, dijo estar con la ley, pero en realidad integra un comando judío que busca venganza. Él nos ubicó y aportándonos información valiosa nos convenció de pertenecer a nuestro propio grupo. ¡Créame!, su situación es difícil, pero también la mía y considero que debo dar participación a la policía: hay una muerte y mucha gente que sabe o puede conocer lo que aquí ha ocurrido. Además, tiene Ud visita; ¿cómo hará para justificar la desaparición de su familiar ante ella?
- Sí señor, comprendo su posición. Pero debo decirle algo. He amparado a mi primo, solo por temor, no  por otra cosa; nunca sentí su partido nazi como válido; más aún, vine a estas tierras ante la inminencia de la guerra y para ocultar mi raíz judía, sangre que también corría por sus venas. Por otra parte, quien me visita, es una prima segunda, mucho más joven que yo, que  pertenece a una antigua familia de la nobleza polaca, que también sufrió el desprecio y  persecución de Hitler y su maldito ejército. Los Seoane, vinieron con sus padres, muy pequeños, muertos de hambre por la inflación alemana del 23, estafados, engañados; pero aquí cambiaron sus nombres para pasar desapercibidos y vivieron hasta hoy ocultos en estas  islas.  Desde que compré esta villa, hemos estado viviendo juntos  una vida digna, independiente, usando mis pocos recursos y nuestro trabajo. ¡Déjenos seguir adelante en paz!
- Veremos señora… ¿Podría Ud permitirme hacer una llamada telefónica a un amigo que quizá pueda ayudarnos a resolver este asunto?
Hanna Keller señaló una mesita sobre la cual se hallaba el aparato telefónico. Phil le pidió que lo comunicara con  el número de la oficina de Columba. En pocos minutos estuvieron en contacto.
-¿Rosalía?, dame con Ramón, espetó - y cuando este estuvo en la línea le dijo:
- ¿Te atreves a ir a lo de Rosalía y soltar al tipo del sótano? No es peligroso; solo un novato que colaboró con nuestro amigo. Seguramente no los veremos más.  Aquí, lamentablemente han desaparecido los dos: la liebre y el cazador; recogí los últimos datos para terminar mi novela y mañana te la entrego. Créeme amigo que el desenlace te sorprenderá.
- Está bien,  contestó Ramón. Habitualmente las cosas no resultan necesariamente como las imaginamos. Te veo; ¡suerte Phil!
- Señora, creo que todo andará bien, pero ¿podrá darle sepultura a su primo en la isla sin que nadie se entere?
- ¡Gracias a Dios!, ¡por supuesto!, contestó doña Hanna y fue en busca de Jaime.
Phil quedó meditativo en aquella salita acogedora y sintió un gran alivio por la decisión que había tomado con la ayuda de Ramón. Se acomodó en el cómodo asiento y respiró, una y otra vez, exhalando lentamente y sintiendo que el destino había jugado su papel  inexorable, en el fin de esta historia.
Pasó sus manos sobre las cuencas de sus ojos para aliviar tensiones y cuando los abrió, creyó estar soñando. Una persona había entrado en la habitación y su perfume embriagador lo alcanzó: ¡Era Wilda!


Montevideo, 30 de marzo de 2007.

El Agente Secreto X9 regresa

El Agente Secreto X9 regresa
 Enrique dos Santos Molinari
(Capítulos 4 al 15)



4

Al caer la tarde del día siguiente, Phil ingresó al puerto y embarcó en el “vapor de la carrera”[i], un buque cuyo nombre era Ciudad de Montevideo y  que navegaba durante la noche a través del estuario hacia Buenos Aires. Otro similar, el Ciudad de Buenos Aires, hacía al mismo tiempo igual ruta a la inversa, para traer pasajeros desde la capital argentina.
El servicio de la Compañía Argentina de Navegación, perteneciente a Alberto Dodero, un magnate uruguayo que hizo fortuna en la Argentina, era bueno. Los camarotes individuales o compartidos, tenían  literas dignas y cada uno su lavabo. Los servicios higiénicos comunes eran amplios y con duchas cómodas, que usaban aquellos hombres de negocios, que a la mañana siguiente, necesitaban llegar rápidamente, sin pérdida de tiempo, al cercano centro de ambas ciudades rioplatenses, donde estaban las oficinas de sus clientes o contactos de destino.
A las nueve de la noche Phil cenó en el comedor del barco, que estaba lleno de comensales y con algunas personas  esperando plazas libres. La noche calma hacía imperceptible el suave ondular de la marcha del navío, lo que la tornaba especial para disfrutar de la buena mesa y la correcta atención a bordo. Luego, salió a cubierta y caminó  junto a la baranda, deteniéndose de vez en cuando para contemplar la enorme extensión de agua rizada, donde se reflejaban los rayos plateados de la luna y las luces de la nave. Subió a la cubierta superior y continuó su marcha, observando los botes salvavidas, las puertas de camarotes superiores y a los paseantes. Dos damas conversando, cruzaron frente a él y Phil quedó impresionado por su hermosura y personalidad. Una llevaba un atuendo exótico, lo que le hizo pensar en una princesa oriental; la otra, sumamente bella, le cautivó por sus claros y grandes ojos verdes rasgados, que contrastaban con su cabello color azabache. Conversaban animadamente, pero eso no impidió que la que fulminó a Phil, intercambiara con él una fugaz señal de reconocimiento. Sus voces educadas y dulcemente sonoras se extinguieron a medida que avanzaban, pero Phil alcanzó a oír algunas palabras que lo sumergieron en un profundo  misterio. No se trataba de un pasatiempo de damas; no hablaban de modas, deportes, familia o algo así, sino de un tema esotérico. A pesar de su habilidad profesional para deducir sagazmente la trama de una conversación trunca a partir de pocos vocablos, esta vez le resultó casi imposible. Percibió que hablaban de hechos que se daban en una dimensión fuera de la real. No era de un tema espiritual, filosófico o religioso, sino tal vez de eventos no perceptibles para seres corrientes. Sí, casi seguro que hablaban de experiencias parapsicológicas; ¡eso era!
A las once y media se retiró a descansar. En sus sueños vio a la mujer de los ojos verdes correr como si flotara en el aire y desaparecer tras un dosel que comprobó que no cubría puerta ni abertura alguna, sino que solamente pendía sobre una sólida pared de granito rojo; él escaló la muralla para alcanzarla, pero detrás, solo existían abisales regiones del océano… Despertó agitado y pronto comprendió que era una pesadilla, pero le costó dormir nuevamente. Cuando lo hizo y volvió a despertar, eran las seis y media, clareaba y  fue a darse una ducha. Tomó un buen desayuno de café con leche y cruasanes calientes, que le pareció una maravilla,  más aún porque estaba incluido en el servicio y no tuvo que pagar por él.
Descendió en el puerto de Buenos Aires, recogió sus valijas, que fueron revisadas minuciosamente en la aduana y tomó un taxi que lo llevaría al moderno y elegante Hotel Claridge, donde tenía hecha su  reservación.


5

El corto viaje le proporcionó una agradable sorpresa. Aun para un hombre experimentado que conocía las grandes y antiguas ciudades de Europa y Estados Unidos, Buenos Aires se le presentó como una verdadera “reina del Plata”, ya sea por sus modernos y elevados edificios o los palacetes de fin del siglo XIX y comienzos del XX que le daban un estilo parisino, como por las grandes avenidas de varias sendas y vertiginoso tránsito, que dejaban a su lado múltiples y amplios espacios verdes y exhibían una intensa vida urbana. Gente caminando apresurada, semáforos en cada cruce para facilitar los desplazamientos de vehículos y la seguridad personal; un  trazado regular de las calles en damero,  pero con amplias diagonales que permiten el ágil desplazamiento de un punto a otro en aquel gran centro comercial y financiero.
Cuando tomaron por la Avenida 9 de Julio, el chofer le comentó que estaban rodando sobre la más ancha del mundo. Giró su cabeza a ambos lados y no dudó sobre aquella aseveración aunque no conociera ningún dato objetivo que la confirmara. A ambos lados de ese gran bulevar (que aquí, llamaban avenida), existían dos calles paralelas, una en un sentido, la otra en el inverso. En el amplio cruce con la Avenida Corrientes, hallaron un gigantesco Obelisco, que remedaba al de Washington en la capital federal de su país. Era gris y uniforme como aquel; impresionante, fundamentalmente por su enorme tamaño y la ubicación en el cruce de dos arterias tan transitadas.
Por contraste, recordó el menor y artístico Obelisco a los Constituyentes de 1830 de Montevideo, estilizada columna, tallada en granito rojo y flanqueada por grandes alegorías en bronce - obra del escultor José Luís Zorrilla de San Martín - que se halla sobre una plaza circular donde la avenida principal (18 de Julio), concluye en el gran parque Batlle y Ordóñez. Ese monumento posee una fuente a  su alrededor y apoyadas en torno a los bordes de la plaza que lo contiene, grandes esferas perfectas, talladas a mano por anónimos pedreros uruguayos, en un inusitado despliegue de fusión de la artesanía con el arte, logrado con el noble y perdurable material.
Corrientes tenía un único sentido y conectaba el Centro con varios barrios de la ciudad. Ese lugar por el que pasaban, era el punto neurálgico de Buenos Aires, como pronto habría de confirmar. El imponente espacio abierto del cruce en que estaban, le recordó a Times Square en New York  cuando lo vio por la noche, con sus carteles de ingeniosos juegos de lamparillas de colores o luces de neón, que dibujaban toda suerte de diseños en movimiento y hasta aportaban un  fuerte  realismo, con emisiones de humo blanco.
Más allá de Corrientes, admiró unas bellísimas fuentes de bronce fundido. Su chofer, improvisado cicerone, no les dio demasiada importancia, pero le advirtió que no olvidara visitar “La fuente de las Nereidas” de la escultora salteña Lola Mora, hecha en mármol de Carrara y granito rosado, que se halla en la Costanera Sur, frente al Plata.
En la calle Tucumán entre las de San Martín y Florida se hallaba el Claridge. Descendió del taxi y dio una propina al buen chofer que la agradeció con entusiasmo. Un elegante portero lo recibió y tomó sus valijas. Un botones impulsó la puerta giratoria  y Phil ingresó al reluciente hall del lujoso hotel, que tenía dos meses de inaugurado.
Entonces se pregunto porqué Graff lo había introducido en este  mundo de opulencia.


6

Su habitación era sumamente cómoda; tal vez, uno de los mejores cuartos de hotel en que hubiera estado en su largo trajinar mundano. Todo era flamante, los muebles con un característico aroma fresco de maderas finas bien curadas y lustradas, el colchón firme, la ropa de cama nívea y almidonada, almohadas de plumas, colcha impecable y desde luego, la reserva de frazadas de paño de lana de ovejas de calidad superior, lo que bien podría esperarse en aquel país, productor por excelencia de esa materia prima. Como esperaba quedarse unos días, extrajo todas sus pertenencias de las valijas y las acomodó en el armario y el tocador.
Su encuentro con Columba sería a las once de la mañana por lo que resolvió afeitarse y cambiar de camisa y traje para salir con tiempo hacia las oficinas  de su nuevo compañero en la calle Sarmiento.
Caminando lentamente, pues se hallaba en lugar céntrico, a pocas cuadras del Claridge, llegó a su destino que obviamente era un edificio de oficinas. Revisó la cartelera que indicaba los nombres de empresas y profesionales que allí ejercían sus actividades y cuando llegó al número  419 solo leyó un sintético RC.
Despertó su curiosidad tan inusual como breve indicación de la oficina de una persona tan conocida ya por su condición de popular caricaturista político, como fundador de la Editorial Columba y al mismo tiempo Jefe de los taquígrafos del Senado Argentino, un cargo que le aseguraba amplias relaciones con todos los sectores de la política y – en especial - fácil acceso a los líderes en el poder.
Recordó la velocidad de sus anotaciones estenográficas en las reuniones con Bill en Montevideo y entonces se enteró que podía alcanzar la sorprendente velocidad de 215 vocablos por minuto, para registrar fielmente la palabra de un orador mediante aquel arte. Según  dijo:  - esa técnica aprendida en la adolescencia, agilizó mi mano para el dibujo y me llevó a amar la caricatura como una forma especial del retrato, que en mi opinión da al personaje objetivo una trascendencia eterna, superior aún a la de una buena fotografía, que solo exhibe un instante de su vida.
- Phil, ¡qué puntualidad, amigo mío!,  dijo Ramón a X9 cuando ingresó, faltando tres minutos para las once. Se nota que no eres argentino - agregó - ; aquí la gente te cae media hora después de la acordada  y pretende que lo soportes sin derecho a pataleo.
La modesta oficina con su pequeña recepción, donde una eficiente taquidactilógrafa trasladaba  velozmente en su moderna máquina de escribir los dictados y escritos del  jefe por lo menos en tres lenguas diferentes, era la guarida preferida de Ramón para concentrarse  o recibir personas  de confianza ajenas a sus ocupaciones oficiales. Convocó a Philip allí porque sabía que este, como otros encuentros, pasaría inadvertido. La calle céntrica, con un mar de gente que iba y venía apresurada, los activos comercios y el permanente flujo de turistas eran como una niebla que se cernía sobre la poco atractiva entrada del edificio de cinco pisos a cuyos lados dos locales en planta baja  expendían, uno, confituras, chocolates, te, café y afines, y el otro, artículos de iluminación y electricidad. El hall de acceso a las oficinas de los pisos altos, conducía a la puerta de un  pequeño apartamento para el encargado de la limpieza y  custodia nocturna del edificio y a dos sencillos ascensores, con  una escalera de emergencia  en torno a ellos.
Ramón comenzó a conversar de asuntos triviales como las primeras impresiones de Philip respecto a las capitales platenses y  hacer comentarios sobre la rivalidad futbolística con los uruguayos; para terminar confesando su admiración por la cultura del pequeño país vecino, cuyas autoridades y mayorías populares tuvieron una visión clara sobre el peligro que corrían las democracias occidentales ante la polaridad del derrotado nazi-fascismo y el peligro emergente de la expansión del totalitarismo soviético.
Luego comentó  a Phil su decisión de retirarse como taquígrafo del Senado. El triunfo electoral que llevó a Juan Domingo Perón al poder como presidente constitucional desde principios de  junio de 1946, lo hacía sentirse incómodo. Su retiro de esa área de  actividad, no le haría perder los contactos muy afianzados durante tantos años y además, ya sea su labor en la editorial, como la de caricaturista de prensa, continuarían sirviendo a su acceso a toda información, aun la más confidencial.
Minutos después, la secretaria tocó a la puerta y anunció a un caballero que recientemente había sido forzado a renunciar al empleo que ejercía desde el año 1937 en la Biblioteca Miguel Cané. Era el escritor Jorge Luís Borges, tercer participante de aquella singular reunión.

7

Ramón se incorporó, apretó fuertemente la mano del recién llegado mientras le rodeaba con su brazo izquierdo en un significativo gesto de aprecio y familiaridad. Hizo enseguida la presentación de sus visitantes, enterando a ambos en forma concisa y sustancial, de sus antecedentes.
Aparte de la propuesta que Graff le hiciera y la colaboración comprometida por Columba, Phil percibió que la presencia de aquel personaje era esencial para la concreción de sus  futuros objetivos, que aún consideraba difusos.
Comprendió que el lazo que los unía no solo pasaba por compartir una doctrina política liberal y el desprecio al fascismo que bajo un burdo ropaje populista, había permitido a un militar carismático y a su amante Eva – bella, sagaz y ambiciosa actriz -  escalar el máximo poder en  una rica nación, carente de equidad  social.
Las palabras del escritor le revelaron un pensamiento esclarecedor, profundo, pleno de razones y convicciones; envolvente, pues al enterarlo de los hechos acaecidos antes y durante la guerra, de la inestabilidad de los gobiernos y el peso del ejército en los acontecimientos políticos y la participación y decisiva influencia de algún líder sindical en el triunfo final de Perón; logró que se sintiera envuelto en la telaraña de siniestras relaciones internas y externas que condujeron a la ascensión de ese nuevo régimen ultra nacionalista.
Allí supo que las expresiones y revelaciones inoportunas del embajador de su país, habían contribuido a un efecto contrario al que pretendían, afirmando el advenimiento legítimo del militar.
Luego pasaron al grano del asunto. En su reciente conferencia en Montevideo, el escritor - con fuertes vínculos familiares y de amistad en Uruguay -  país al que ama, admira y llama con cariño “la Banda Oriental – había conocido a una dama que perteneció a la antigua y hoy dispersa nobleza centroeuropea, que le aportó datos y vínculos que Phil podría aprovechar a sus fines.
-La princesa Narda y su prima Wilda han llegado hoy desde Montevideo y se alojan en el Hotel Claridge como Ud. Sr. Corrigan, afirmó Borges categóricamente. Mañana a la noche habrá una recepción a la cual asistirá “Evita”, pues es muy supersticiosa y  está convencida que ese encuentro la convertirá en una verdadera “reina” - de los descamisados - por supuesto. Narda concurrirá con su prometido el Sr. Ekardnam, a quien Columba  conoce bien ¿no es así Ramón?
-Por supuesto, respondió éste y mientras guiñaba un ojo a X9, agregó riendo irónicamente, es el famoso mago del que  hablamos y que te cederá un día de estos su  primera plana.
Y Borges concluyó: - todas las imágenes sobre espejos que escribí se las debo a ese caballero, ¡el mayor de los ilusionistas!
Una gran impresión y al mismo tiempo una extraña incógnita ocuparon la mente de Phil al salir de la vieja oficina. La primera, fue identificar a las dos figuras femeninas que había visto fugazmente  esa  misma  noche a  bordo del buque,  con  las del relato de Borges y la segunda - ¿por qué Graff no le reveló la verdadera razón por la cual se alojaría en el Claridge?

8
El Sr. Ekardnam y su amigo y asistente llegaron al Claridge a  las  once y treinta, al tiempo que Ramón, Borges y Phil mantenían su entrevista en la calle Sarmiento. El elegante caballero vestido de gala y su singular acompañante, un gigante de más de dos metros, de piel oscura, exótica vestimenta y presencia de bronce, se dirigieron a la recepción solicitando ser anunciados a la princesa de Cockaigne[i].
El recepcionista, impresionado por la extravagante pareja, decidió retirarse y llamar a la suite de Narda desde un teléfono alejado del mostrador. Al instante, retornó con ánimo confuso ante la inesperada respuesta de la princesa: - Oh!, dígale a mi prometido y su amigo, que en un instante estaré con ellos. El funcionario trasmitió el encargo y ofreció a los visitantes que tomaran asiento en los sillones del hall, pero al girar los talones para atender una llamada entrante por aquel mismo aparato, casi se desmaya al ver el teléfono desplazarse por el aire y quedar apoyado suavemente sobre el mostrador, junto a otro idéntico que allí se hallaba. Mandrake intercambió una mirada con su amigo, quien esbozó una sonrisa.
Minutos después Narda se unía al mago y su camarada. Besó alegre y  amorosamente a su novio y extendiendo la mano derecha al príncipe de ébano, le dijo – Lothar ¡qué suerte que tú también estés aquí! En respuesta, éste se inclinó  y con un ágil y elegante movimiento, besó la mano extendida en respetuoso ceremonial. Mandrake los condujo a la cafetería y estuvieron platicando buen rato.
-¡Tres meses sin verte ha sido demasiado tiempo, querido! Pero mi deber estaba allá.El viejo continente fue  aparentemente liberado, pero  desde los acuerdos de Yalta, la mayor parte de los territorios del centro de Europa y entre ellos mi pequeño país, sólo han  cambiado de manos, sin que por ahora podamos hacer nada. Nuestras gestiones han sido inútiles; nuevos gobiernos títeres del poder soviético, se han instalado y aparentemente perdurarán por mucho tiempo.
-Es así, resígnate Narda y dime como quedó tu familia.
-Tú sabes, hoy día, casi todos están en Londres. Mi madre encontró allí su nuevo hogar y en su hermana una gran compañía. He podido convencer a mi prima Wilda para que me acompañe y aquí estamos, tras un largo viaje. Siempre ha sido mi mejor  amiga y quiero apoyarla. Cuando estemos en Estados Unidos la orientaré para que ingrese a una buena Universidad y cumpla con sus anhelos de ser abogada .Como insististe en verme  pronto, vine con ella. Ambas tenemos pasaportes suizos,  por lo cual todo resulta más sencillo.
-¿Y tú, amado, y este gran amigo, en qué nuevas aventuras se han enredado?
-Todo normal -   terció Lothar. He cuidado de tu novio como ambos merecen.
-Tal vez en exceso - agregó Mandrake. Es más realista que nosotros, y por eso no confía tanto en mi magia para controlar al enemigo,  por lo cual a veces se arriesga demasiado. Pero, en fin, somos un buen equipo; mi poder mental y su poder físico hasta hoy se han complementado maravillosamente.
-¿Y  yo?
-Tú eres el hechizo, la intuición que atraviesa el enigma y lo revela; y para mi alma, la musa inspiradora.
-¡Oh, que gentil y romántico te encuentro!
-Sincero también. Sabes que eres mi luz y guía en nuestra lucha contra el mal y además, siempre, mi compañera inseparable. Por eso te llamé. La idea de vernos en estos días sin dilación, se debe al mismo  hecho que te convoca a la recepción que ofrecerá mañana por  la noche la esposa del Presidente.
-¿Quieres decir que tu planeaste ese encuentro?
-¡Oh, no!, yo solamente le dije quien eras y que en estos días vendrías a Buenos Aires. Ella, que es una joven de tu edad, de origen  humilde pero con agallas y que sueña con ser “reina”, mordió el anzuelo y me pidió tu dirección para enviarte la invitación.
-¿Con qué  fin?
-¡Propaganda! Aparecerán fotografiadas en todos los periódicos y revistas del país. ¡La cenicienta finalmente convertida en reina, recibe a  una reina real y a su
prometido, el mayor de los magos, que los ha deslumbrado recientemente con  su ilusión del mundo que existe detrás de los espejos!
-¿Y nosotros, qué tenemos que ver con esto?
-En el almuerzo te lo contaré. Y haciendo una seña a Lothar, el Sr. Ekardnam se puso de pie, retiró la silla de la dama y tomándola de la mano, marcharon los tres hacia el restaurante del hotel.

9

Cuando el Sr.Segrob llegó, un caballero vestido de frac, que  aún sostenía en su mano izquierda guantes, sombrero de copa  y un bastoncillo recto de treinta centímetros, le estrechó la mano y le señaló con gentileza la entrada al salón, que semejaba un vano espejado por el cual acababa de pasar, desapareciendo de inmediato, un gigantón a quien el singular recepcionista, se dirigió con gesto de natural reconocimiento: -Adelante Rahtol.
El Sr. Segrob era un hombre decidido, de gran apariencia física aunque de escasa inteligencia, que apenas había completado sus estudios primarios. Carecía de sentido del humor, su lenguaje era pobre y hasta algo grosero; pero muy ocurrente y audaz, cuando trataba con mujeres, entre las cuales prefería a las tontas y de conversaciones más banales. Bastaba que tuvieran senos turgentes, fuertes y redondeadas caderas o bien torneadas piernas, para que se sintiera liberado y olvidando cualquier límite social o de buenas costumbres, se lanzara a la conquista directa, sin ambages.
El salón estaba extrañamente decorado y él dirigió su mirada al foco de la reunión donde rodeaban a una mujer joven, vulgar e insignificante. Su presencia seguramente hubiera pasado desapercibida a la mayoría de no ocupar el lugar de privilegio.
Él, pronto descubrió detrás de aquel rostro  inexpresivo, triste y macilento, una vida carente de emociones, invalidada por la timidez y el tedio. Pero también supo reconocer bajo el  atuendo monacal, un cuerpo bello que  no había conocido caricias, una virginidad que percibió que ella odiaba, una pasión que yacía contenida en las entrañas de una fiera lúbrica adormecida. Era rubia, de grandes ojos y todos la llamaban Ave. El pensó que estaba embrujada y que sin duda, aún con tal nombre, era incapaz de volar alto.
Junto a ella, otra joven, ésta  morena, de similar edad y distinguida figura, descollaba por simpatía y belleza y aunque procuraba mantener una conversación con su presunta anfitriona, difícilmente lograba sacarle unas pocas  palabras. Oyó que se dirigían a ella  como la Princesa Adran y sintió cierto desprecio por sus finos modales, natural protagonismo e  invulnerable personalidad. Tal vez fuera la hechicera que había encantado a la rubia anfitriona.
Por allí pululaban dignatarios, magistrados, obispos y diplomáticos, damas elegantes y otras ridículamente ataviadas, ministros, artistas, poetas y dones nadies como él, y hasta una de sus amantes.
Saludó a algunos a su paso, ignoró a otros,  y se dirigió hacia la anfitriona. Esta lo vio, se puso de pie y cambió de semblante; perdió el rictus abrumado, le sonrió como si lo esperara ansiosa, y presentó a Segrob a la Princesa Adran como su consejero personal y amigo más preciado. Este, perplejo, creyó estar soñando y se inclinó ante su majestad “qué se yo” y demostró inusual complacencia ante el insólito hecho, que podría beneficiarle en su única condición de astuto truhán.
-Ave querida – improvisó – ¡que gentes de alcurnia te rodean hoy!, esta bella Princesa, el heredero al trono de la Confederación de Estados Africanos y Príncipe de las Siete Naciones, el Nuncio, el Payador de Barracas, la Paica Rita, las personalidades del barrio y alrededores, como los embajadores de la Gran Banana y Macacolandia, que sin duda ¡no podrían faltar! ¿Y tu marido –agregó- tendremos el gusto de tenerlo entre nosotros, o los negocios de estado lo absorben tanto en estos días?
-Oh, el General no tiene quien le escriba y por lo tanto se quedó haciendo sus planas. Tal vez  asistirá más tarde a la reunión oficial, porque como habrás percibido, esta primera parte incluye  solo a los íntimos.
-Intimidad necesitamos para que te lea mis últimos versos al oído y no entre esta multitud  abrumadora, agregó el supuesto consejero, apenas disimulando su desfachatez…
-Bueno, bueno, que pueden oírte, dijo ella acercándosele  y dando un rápido giro, se alejó con un vulgar y provocativo contoneo.
Entonces, llegaron otras personas hablando diversas lenguas. Segrob se molestó ante la presencia de tantos gringos desconocidos que podían hablar francés, inglés, portugués o alemán, sin que él comprendiera una sola palabra y  ni siquiera, de que idioma se trataba.
Malhumorado se acercó a un mozo y se sirvió una copa de champaña que pronto vació. Luego otra y una tercera, lo que lo alegró  e hizo perder hasta ese mínimo pudor que  se reserva para salvar  las apariencias.
Se dirigió hacia la joven y exótica princesa, la tomó de la mano y apartó al enorme moreno que la acompañaba, quien se retiró temeroso y le indicó pasar a una salita contigua donde le anunció que hablarían a solas de un tema de capital interés para su nación.
Pero, en ese exacto momento, ingresó al salón el caballero de la entrada y anunció al presidente Norep, que estaba junto a él pero que parecía no verle. Mandrake, hizo un enérgico ademán y todas las personas quedaron congeladas en la posición en que se hallaban.
Poco después, tras leve movimiento de su bastoncillo, todos interactuaron nuevamente retornando a su natural ser. Un murmullo general seguido de aplausos, recibieron  al general que aún exhibía la  aureola de su reciente triunfo electoral. Eva se adelantó y su esposo la agasajó besando cortés y delicadamente su mano.

10

Borges y Narda habían entrado ya a la salita contigua al salón principal, cuando el tiempo pareció detenerse al influjo del gesto mágico de Mandrake. Allí, el escritor abordó gentilmente a la princesa y tras identificarse como amigo de Ramón Columba, le explicó sucintamente  sobre el arribo de Philip Corrigan a Buenos Aires  y  su misión.
La dama quedó impresionada por el rol que le correspondería jugar en aquella extraña aventura, pero al saber  involucrado a su singular  novio en ella, su espíritu  se apaciguó y demostró gran interés en colaborar en lo que estuviera a su alcance con la justiciera tarea.
- Es hora de que Ud. y Philip se conozcan, mi gentil amiga – dijo Borges, levantándose de la cómoda butaca en que se hallaba sentado y dirigiéndose a la puerta de la habitación que comunicaba con el pasillo que da acceso a las salas de reuniones del hotel, y abriéndola, desde allí llamó a  Philip, que esperaba en el corredor.
Cuando Corrigan ingresó a la salita y vio a la bella y elegante mujer, la reconoció de inmediato, como una de las damas que había visto en  la cubierta del buque que lo trajo desde Montevideo.
-Mandrake te presentará como  un escritor inglés amigo de Narda, que viaja en pos de nuevos argumentos para sus obras de ficción – dijo Borges a Philip, y pidió a ambos que volvieran de inmediato al salón principal, pues el ilusionista le había advertido, sobre los escasos  minutos que  podría mantener a toda la  concurrencia en éxtasis.  El escritor se retiró por la puerta que daba al pasillo, pues necesitaba evitar un sospechoso encuentro con el presidente.
Cuando Narda y Phil  ingresaron a la recepción aún permanecía el clima de admiración que el ingreso del general Norep había provocado. Pero ya, todos los asistentes eran ellos mismos y no sus imágenes invertidas, que el mago había logrado haciéndolos pasar a través de la puerta-espejo donde los recibió.
En instantes Eva, vital y esplendorosa, se dirigió hacia Narda, la tomó de la mano y resplandeciente, la presentó a su marido como la Princesa de Cockaigne.
Perón y Narda intercambiaron reverencias y algunos comentarios sobre su viaje a Argentina. Luego, ella misma le  presentó al escritor inglés  Philip Nagirroc, quien la acompañaba, por ser un antiguo amigo de la familia y de su prometido el Sr. Ekardnam. Este, que estaba a su lado le rodeó  la cintura y el presidente sonriendo, les halagó diciendo:
- Su prometido es el mayor mago que haya hasta hoy conocido, Princesa. Ojalá pueda ayudarme  a que mi pueblo vea logradas todas sus ilusiones; y a Ud. Sr. Nagirroc, le auguro que hallará el mejor escenario para sus historias en nuestro país.
- Descarto que sus deseos se harán realidad General – afirmó Mandrake cortésmente.
Luego el Presidente se dirigió a la concurrencia, declarando a continuación de los saludos protocolares de uso:
-Es un alto honor para  mi esposa y para mí recibir a la Princesa Narda de Cockaigne, quien es bienvenida a nuestro país y contará con nuestra amistad, apoyo y solidaridad, por cuanto pertenece a una de las más distinguidas y antiguas familias de Europa, hoy lamentablemente exiliada en el Reino Unido, a causa de cambios políticos que la guerra impuso a sus territorios y cuya  situación esperamos quede prontamente revertida, pues conocemos la inspiración democrática que su régimen de gobierno sostuvo en el período previo al gran conflicto mundial. Entre tanto, la Nación Argentina, le brinda desde ya su más fervorosa acogida,  para que se sienta aquí como en su propio hogar.
La reunión quedó así  oficialmente inaugurada y todos los invitados procuraron acercarse al presidente para saludarlo en persona, al tiempo que Narda, Ekardnam y Nagirroc, circularon entre la concurrencia interesada en sus novedades sobre la situación centroeuropea.
Phil tuvo entonces la clara convicción de que existía una extraña mezcla de intereses proclives a proteger a antiguos simpatizantes de los regímenes abatidos, que apoyarían económicamente al nuevo gobierno, afirmando así el poder personal de Perón y Eva. Fácilmente se convenció al hallar entre la concurrencia a  varios representantes de filiales de otrora grandes empresas alemanas y a propietarios de industrias nacionales que eran sin duda,  fascistas italianos residentes en Argentina, desde hace mucho tiempo. Allí conoció también a Rodolfo Freude, secretario personal del presidente, y quedó sorprendido al enterarse - por Mandrake -  que era hijo de un acaudalado empresario alemán[i] que Perón había conocido en Mendoza y a quien pidió, al asumir el poder ejecutivo, que le ayudara convenciendo a su hijo a aceptar ese cargo.  ¿Por qué? ¡Para qué!
La reunión había resultado fecunda, pero le planteó la incógnita de como lograría llegar a través de esos personajes, a ubicar a  los criminales que él pretendía desenmascarar.

11
A la mañana siguiente, Phil desayunó tal cual era su hábito a las siete en punto y al estilo americano. Sin duda quedó muy satisfecho con aquellos huevos revueltos coronados con fetas de panceta frita crocante que acompañó con un panecillo caliente y jugo de naranja fresco y complementó con abundante café negro y dos  rosquillas aderezadas con miel de maíz. Hojeó  los diarios La Nación y La Prensa y en ambos halló fotografías y noticias sobre la recepción de la noche anterior organizada por el  presidente y su esposa para dar la bienvenida  a una princesa centroeuropea. Ambos medios dejaban entrever que no se trataba de una visita de estado y que ni siquiera tenía carácter oficial, por cuanto la princesa en el exilio, ya no representaba a su pequeña nación. “Se trató de un evento meramente social” destacó el cronista de la Prensa, a quien sin duda asombró que Perón se expusiera ante “sus grasitas”[ii].
Observando  atentamente, no vio entre las fotografías, ninguna en que él apareciera. Tampoco había referencias a su persona en los textos. Afortunadamente, no había un solo indicio sobre la presencia del Sr.Philip Nagirroc en aquella reunión. ¡Claro!, ¿a quien podría interesarle un escritor extranjero desconocido?, cuando la nota del día era la verdadera competencia entre dos bellezas: una, rubia y amada actriz aspirante a reina  y otra, morena y exótica princesa extranjera.
Eso no bastó para tranquilizarle. Ser presentado como escritor extranjero, era un ardid de escritor, a quien serlo, le parecía lo más común del mundo. Pero para él, un agente del servicio secreto de los Estados Unidos y ex miembro del FBI, aunque acostumbrado a simulaciones, le parecía ésta, la más tortuosa. ¿Qué relación tenía él con las letras? ¿Cuándo había escrito algo, salvo informes confidenciales, la mayoría de ellos “en clave” y  firmados en general con nombres falsos?
Su madre, sí, había sido escritora en su juventud en Alemania. Con indudables dotes naturales y siendo maestra del idioma, había escrito algunas obras de ficción, antes  de  emigrar con sus padres a Iowa, al corazón del “corn belt”[iii] norteamericano. De ella heredó el alemán,  como segunda  lengua materna, lo que le permitió hablar sin sospecha  ese idioma tanto en Austria, en Suiza o en  la  propia Alemania y otras naciones de habla germánica.
Esas obras habían sido publicadas antes de 1935,  bajo el pseudónimo Hans Teske, puesto que la señora quiso ocultar tras él, su condición de mujer, por la crudeza de alguno de sus argumentos.
Allí apareció de pronto, un principio de solución a sus preocupaciones. ¡Él había leído y releído aquellas obras y conservaba algunos ejemplares de cada una; hoy su madre ya no vivía! En consecuencia, sus propios escritos en alemán, serían esos, editados bajo tal pseudónimo. Y desde ahora, comenzaría a escribir en inglés, pues su educación norteamericana y su actual vida en América, lo justificaban. ¿Y tal vez, por qué no incursionar en el periodismo, como corresponsal extranjero de algún medio que lo requiriera? Probablemente, Borges y Columba, que lo habían metido en este lío, lo ayudaran a resolverlo; al fin y al cabo, ambos eran personajes conocidos y  muy relacionados, con amigos influyentes en Argentina y otras  muchas  partes del mundo.
Eso elucubraba  Phil cuando decidió retirarse de la sala de desayunos e ir a su habitación. Al aproximarse a  la salida, se enfrentó a cuatro personas que ingresaban. Tres de ellas eran conocidas, pero su interés se centró especialmente en la cuarta,  pues era aquella dama que, en compañía de Narda, tanto lo impresionó en  su fugaz paso por la cubierta del barco que lo trajo desde Montevideo.
-  Buenos días Philip – dijo, adelantándose gentilmente, Mandrake
- Buenos días balbuceó Phil, invadido de pronto por una extraña sensación. Estaba realmente conturbado  por la fascinación que la  presencia de aquella mujer le provocaba. Reaccionó en cuanto pudo, e inclinando levemente su cabeza, con una sonrisa amable pronunció:
- Princesa, señorita, estimados caballeros, ¿como están Uds.?
- Muy bien Philip - respondió Narda por todos, y con gran intuición femenina, agregó:
- Espero que nos acompañes por lo menos con una taza de café; así podré presentarte a mi prima Wilda.
- Será un honor para mí.
- Pues bien – terció Mandrake, señalando una mesa redonda para seis plazas – tomemos esa que será cómoda para nosotros.
Phil se sintió realmente feliz. Era por primera vez completamente libre y percibió en su interior, una energía vital que lo conmovía. Mientras hablaban, disfrutó  de la visión del bello rostro de Wilda, de piel tersa, blanca y aterciopelada, cabellos negros azabache y facciones proporcionadas,  nariz perfilada y boca de labios rojos, carnosos,  torneados por  graciosas comisuras y, el mentón, ligeramente elevado, que daba señales de una definida personalidad. Pero su especial encanto radicaba en aquellos grandes ojos luminosos, rasgados, de color verde claro, que acompañaban  espontáneamente su atractiva conversación y, con cada gesto, su  personalísima expresividad.
Aquel día cambiaría su vida, era el albor de un nuevo camino que pronto comprendió que hasta el presente, nunca había existido…
Cuando Narda comentó que en una semana partirían hacia Boston, donde Wilda optaría por ingresar a la facultad de abogacía, sintió que su corazón se estrechaba, que su esperanza de intimar con aquella mujer se esfumaba y tal vez  perdiera la oportunidad más importante de su vida. Pero él ya sabía, que haría lo posible por conquistarla.
La media hora que duró aquel desayuno, sirvió para que esas cinco personas sobresalientes, perceptivas e inteligentes, con cualidades singulares cada una, se entendieran e iniciaran una relación directa, proficua, prudente pero abierta, que perduraría incrementándose en el tiempo, en respeto y compromiso. 
El trío Mandrake, Narda y Lothar era ya íntimo y de una solidez absoluta. Phil pensó que si tenía la oportunidad de formar pareja con Wilda, eso le  aportaría una integración permanente a aquel círculo, dada la sincera amistad que existía entre las primas. Lo percibió enseguida con beneplácito.
Pero el tema principal del corto  encuentro quedó esclarecido por la diplomática Narda, que le insinuó que sus próximos pasos, serían precisos y seguros en cuanto continuara sus contactos con Borges.
- Llamaré a Ramón pues es mi conexión en Buenos Aires y sé que ambos cooperan, compartiendo riesgos.
- Así es Philip y te deseamos el mayor de los éxitos.
Mandrake, extrajo un billete del bolsillo interior de su chaqueta e invitó a su nuevo amigo a una gran función que esa noche daría en el gigantesco y moderno Cine – Teatro Gran Rex, una de las mayores salas de la calle Corrientes, situada en el corazón de Buenos Aires, a poca distancia del famoso Obelisco[iv]. Pero ¡aquel billete estaba en blanco! Phil lo miró, sonrió y se lo extendió de nuevo a Mandrake, quien manteniéndolo a la vista de todos, pasó sus dedos índice y mayor de la mano derecha sobre el boleto, mientras lo sostenía con el extremo de las yemas de su índice y pulgar izquierdos, con lo cual hizo aparecer de inmediato la  impresión completa, correspondiente al anuncio del teatro, el espectáculo programado y el día y hora de comienzo. Phil y Wilda maravillados hicieron una sonora manifestación de asombro, y tras la risa de todos, el mago les anunció:
- Esto es apenas un anticipo menor de lo que verán esta noche.

12

Rosalía, la eficiente secretaria de Ramón quedó en ubicarlo y trasmitirle el interés de Phil en reunirse con su jefe a la brevedad posible. Minutos después, le avisó que lo esperaba a las diez y treinta, en la oficina de la calle Sarmiento. Sobraba el tiempo y lo aprovechó revisando las páginas de los diarios que estaban aún en sus manos. Ambos, eran periódicos de gran contenido y profusa información, que le  parecieron muy independientes, pues sus  editoriales exponían con valentía opiniones contrarias a aquel  populismo desbordante de Perón y Eva.
Por allí, halló una referencia a un tema de su interés. En un breve comentario, trascendido de conversaciones entre miembros  no identificados de la oposición al presidente, se hablaba de sus futuras intenciones de desarrollar un centro de investigación atómica en el país. Recortó el artículo, anotó en un borde el nombre del diario, el número de página y la fecha y lo conservó, echando a la papelera el resto.
Basado en un plano que le proporcionaron en la conserjería del hotel, pronto se familiarizó con  las calles céntricas de la ciudad y marchó hacia Sarmiento por un camino diferente al que había transitado antes. Su instinto le decía que debía estar en guardia.
A pesar  que su nueva profesión de escritor le rodeaba con  un velo de inocencia; como agente secreto siempre mantenía cierta desconfianza a nivel de piel; y cualquiera, entre aquella gente importante que había conocido la noche anterior, podría ser un personaje siniestro  interesado en sacar provecho del enorme desplazamiento de personas que se producía desde el fin de la guerra, de Europa hacia Sudamérica; ya fueran criminales que huían con sus botines de guerra o víctimas temerosas de aquel horror, que por seguridad personal y económica, pretendían  cobijarse lejos del pavoroso escenario.
Cavilaba esto Phil, cuando percibió que otra persona que transitaba por la Calle Tucumán, al mismo tiempo de su partida del hotel, caminaba pausadamente detrás, en la misma dirección. Sus pasos eran sonoros puesto que llevaba cantoneras de metal, que protegían el borde de los tacos de sus zapatos. - Sin duda no pretende pasar desapercibido, por lo cual no me está siguiendo, pensó Phil.
Pero, en la esquina siguiente, al ver a un lustrabotas se detuvo y con el pretexto de lustrar sus zapatos, observó a aquel individuo al pasar. Era alto, robusto, rubio y en nada recordaba a los latinos y criollos que predominan en esta ciudad. De unos cuarenta años, su apariencia era de judío centroeuropeo; tenía los ojos pequeños, azules y entrecerrados, enmarcados por cejas transparentes; piel muy blanca, mejillas sonrosadas de pómulos salientes; su rostro terminaba en un breve mentón que desaparecía en la amplia papada que ocultaba su cuello. Llevaba un traje gris oscuro poco cuidado y con algunas  arrugas, camisa blanca a rayas y corbata azul. Estaba cubierto con un sombrero de fieltro gris con ancha cinta negra bastante viejo y completaba su atuendo, con zapatos negros impecables y brillantes cual espejos. A pesar de su escasa elegancia, en conjunto, presentaba una apariencia digna.
Mientras retenía la imagen de aquel hombre en su mente, pagó al lustrabotas por su servicio y continuó la marcha  hacia su destino, al cual arribó cinco minutos antes de la hora concertada.
Rosalía lo recibió con una simpática sonrisa y tras anunciarlo  por el intercomunicador, lo hizo pasar al despacho de Ramón. Éste, con su habitual entusiasmo, apretó su mano y le anticipó: - Tengo que presentarte a alguien que tiene metas comunes a las nuestras.
Y señalando con su mano diestra al caballero sentado frente a su escritorio, agregó: - El Sr. Elías Cohan ha llegado recientemente de Estados Unidos y es colaborador directo de Simón Wiesenthal, [i] quien está apoyando a los  americanos para hallar nazis  fugados. El Sr. Philip Nagirroc, es un escritor inglés, sumamente vinculado en Europa y América, que abraza nuestra causa y colaborará con nosotros Sr. Cohan.
Phil disimuló su sorpresa, pero aquel individuo ¡era el mismo personaje que había observado en su camino hacia la oficina de Ramón! ¿Casual o deliberada coincidencia?, reflexionó mientras ofrecía su mano a Cohan.
Pasaron al tema que les  incumbía. Abundantes folios sobre la carpeta que centraba la mesa de trabajo de Columba estaban agrupados alfabéticamente y contenían la identificación, foto y antecedentes de cada uno de los principales nazis evadidos, desaparecidos, colaboradores y sospechosos de colaboración, con posibles contactos en  Argentina. A medida que Columba los visualizaba, se los iba pasando a Phil quien los examinó también  rápidamente y, sin entrar en detalles,  preguntó dirigiéndose a Cohan:
- ¿Tienen alguno ubicado ya, o sospechas de dónde se esconden o actúan?
- Oh, no. Solamente informaciones presuntamente ciertas, procedentes de indagados que proporcionaron  pistas de sus  conexiones o de posibles viajes a estas latitudes a fin de ocultarse y escapar a los juicios. Se presentan resumidas al fin de cada legajo.
- Si, ya veo – afirmó Phil, pasando a la parte final de alguno de aquellos papeles.
Columba intervino excitado: -¡Miren quien está aquí!; el mismísimo R. Walther Darré, a quien conocí en mi adolescencia. Vivía en Belgrano, su padre era alemán y cuando yo había comenzado ya  a trabajar en el Senado se  marchó, primero a estudiar a Europa, y posteriormente, toda la familia pasó a vivir definitivamente en Alemania. ¿Sabes Phil? Richard – así le llamaban en su casa -  fue Ministro de Agricultura de Hitler hasta 1942. Había estudiado veterinaria y fue de los que influyó en Himmler en su plan de  selección racial humana, aplicando principios relativos al mejoramiento animal por cruza. ¡Qué anormal!
- Está detenido y pagará por eso – acotó lacónicamente Cohan. – Sin embargo, se dice que en 1945 se indispuso con el Furher, a causa de que no quería reducir las raciones que se daba a los prisioneros en los campos de concentración. Sí, nos  interesan mucho los datos que ha aportado en las indagatorias; mira cuántos expedientes tienen citas hechas por él; algunas serán importantes para nosotros.
-Creo que debemos organizarnos para estudiar este material exhaustivamente y luego, concretarnos a buscar a aquellos que tengamos mayor certeza de que estén en el país, dijo Ramón.
Tanto Cohan como Phil estuvieron de acuerdo y, guardando la mayoría de aquellas ampliaciones de microfilmes de expedientes en la caja fuerte del despacho, cada uno conservó la que consideró prioritaria a su juicio. Phil eligió el que correspondía a Martín Bormann, que supuestamente habría muerto el 2 de mayo de1945, hecho que no estaba confirmado.

13

Después de almorzar frugalmente al paso y ya regresado a su habitación en el Claridge, Phil se puso a estudiar en profundidad  el caso Martín Bormann. Avanzando en su análisis, se adentró  cuanto pudo, a  partir de aquellos  datos y  de  la  experiencia  directa que como agente secreto tenía de la realidad periférica a los hechos de los protagonistas de la guerra, lo que le permitió sacar algunas conclusiones sobre aquella siniestra personalidad.
Comprendió que estaba ante un individuo de ambición absoluta, que sólo reconocía un único líder y, que éste, era también esencial a esa ambición. Al identificarse con Adolf, asumía su vida como parte de la de aquél y un día, el Furher podría ser él mismo. Esa era la verdadera razón - concluyó Philip – de su fidelidad absoluta a Hitler. ¡Él mismo, era Hitler! A su lado, vigilando a los que pretendieran traicionarlo, sustituirlo o  sucederlo, cuidaba de sí mismo y de la posición privilegiada que gozaba. Ser la “sombra” del Furher, protegerlo; administrar sus finanzas y asuntos personales; sentirse consejero de última instancia; amparo en la miseria que en el fondo de toda alma -¡aún en la de aquella bestia asesina henchida de poder, pero que él bien  sabía, conservaba despojos de deshilachada humanidad! -; todo eso, lo engrandecía, lo glorificaba, lo integraba al ser profundo de su líder. Sus explosivas e incontenibles reacciones eran reflejo de la personalidad del Jefe; el odio a Himmler[ii] con quien había colaborado, conspirando contra otros y su necio miedo al  Carnicero de Praga[iii], eran meramente muestras de autoprotección a dos seres gemelos.
No le convencieron las notas relativas a los dichos del líder de las “Juventudes Hitlerianas”, Arthur Axmann, quien declaró que lo consideró muerto al verle despedido del tanque en que huían, que fue alcanzado por un obús soviético que lo incendió. En esas instancias poco le podría haber interesado a Axmann ocuparse de Bormann, sino tomar distancia de sus perseguidores, siendo como es sabido, el único que lo logró en esa ocasión.
Los papeles de Cohan tenían ya a Bormann, Eichmann y Mengele como posibles residentes en Argentina. Desaparecidos en seguida de la caída de Berlín y tras los suicidios de Hitler, Eva Braun y la familia Goebbels, sin duda contaban con recursos suficientes y planes finamente elaborados para su retirada estratégica en el momento requerido.
Especialmente Bormann, que desde 1941 era presidente de la Cancillería, director de la administración del partido nazi y  secretario personal de Hitler, encargándose de percibir fondos de los empresarios y distribuirlos entre los líderes nazis a los fines de la guerra.
Así como Himmler había cambiado totalmente su apariencia para intentar la fuga; estos criminales también podrían haber usado ardides similares y llegar a  tierras sudamericanas en alguno de tantos barcos que viajaban con  mercaderías y pasajeros, desde distintos puntos de Europa hacia puertos de Brasil o Argentina. Conseguir papeles falsos de buena factura y con origen de expedición poco sospechoso, no habría sido gran obstáculo para estos malditos tiranos; más aún, estarían preparados desde mucho tiempo antes para cubrir esa eventualidad.
Bormann era el personaje más indicado  para tener conexiones con la cúpula militar simpatizante y los empresarios alemanes radicados en Argentina. Phil echó mano a su bolsillo y extrajo  el recorte de diario que había conservado relativo a la futura creación de un centro de estudios nucleares. Y de inmediato no dudó que el mismo Perón estuviera interesado en cambiar la seguridad  de Bormann, por contactos con científicos que hubieran  trabajado en el proyecto que  finalmente culminaron los americanos.
Por otra parte se presumía que tenía  familiares establecidos desde la época de la primera guerra mundial, en la provincia de Buenos Aires.  Debía rastrear las posibles relaciones del asesor del Furher allí.
Llamó a Rosalía y media hora después, se sentó en el escritorio de Ramón, con varias guías de los diversos partidos de la provincia,  en busca de los  apellido Bormann, Buch[iv] y Keller, éste, sería el apellido materno de Bormann, según los papeles de Cohan. Agotado tras dos horas de tediosa búsqueda, habiendo anotado decenas de direcciones y  teléfonos de apellidos germánicos, similares a los que buscaba y con tantas dudas como corazonadas, se le ocurrió recurrir a la sutileza femenina y pregunto a la secretaria:
- Dime Rosalía, si fueras extranjera, tuvieras que esconderte y pasar desapercibida mucho tiempo, porque estás en el país clandestinamente ¿dónde lo harías?
-¿Yo?... ¡En el Delta, Sr. Nagirroc! Los brazos del Paraná son innumerables, algunas quintas situadas en las islas  son enormes, las lanchas de transporte colectivo y las privadas permiten recibir aprovisionamientos, correspondencia y lo que Ud. quiera. Además ¡es fácil desplazarse  y desaparecer fácilmente de  allí! , afirmó la secretaria
Phil percibió un cierto rubor en el rostro de la joven y la imaginó en retirada estratégica de algún fugaz encuentro amoroso en las islas. Sonriendo, Phil replicó: - Muy razonable Rosalía, ¡muy bien!
Poco tiempo después, halló la dirección y teléfono de Hanna Keller, con residencia en una de las quintas de las islas del Delta. – Poco, pero algo es, para empezar – se dijo Phil a si mismo, y despidiéndose de Rosalía sin ningún comentario, volvió al hotel.

14

Aquella noche sería muy importante en la vida de Phil. Eran las seis de la tarde y estaba  satisfecho con su investigación del día, de la cual a nadie participó.
Decidió llamar a Narda para invitarlas a ella y su prima, a concurrir a la función de la noche juntos, pues imaginó que el mago y su asistente deberían salir antes, a fin de preparar su espectáculo con razonable anticipación.
-Me parece ideal, aunque recién te podré confirmar por las dos, en una hora aproximadamente. Wilda salió y me dijo que estará de regreso alrededor de las diecinueve. Mandrake y Lothar,  están partiendo ya. ¿Cómo te fue con Ramón?
- Muy bien; luego te contaré – acotó Philip. Y agregó, tal vez  sugiriendo que no imaginaba otra alternativa: -  solicitaré un automóvil para que nos lleve al teatro a las veinte y treinta.
Hizo la solicitud a la conserjería y su mente volvió a anhelar  la presencia de la atractiva figura de Wilda. Preveía su simpatía hacia él, pero el corazón le  latió deprisa cuando recordó que en solo una semana, ella y su prima, partirían hacia Nueva York y Boston. No quería resignarse a perder la oportunidad de iniciar una relación con la mujer de sus ensueños.
Averiguó los horarios y la estación de partida del tren que lo llevaría al Tigre y también acerca del servicio de lanchas que desde allí lo conduciría a las islas.  Pensaba presentarse en la quinta de Hanna Keller sin preaviso, por lo cual decidió estar preparado. Retiró cuidadosamente su pistola 45 del ingenioso doble fondo de su maleta, donde había permanecido desde su partida desde Norteamérica. Miró y revisó el arma con atención; quitó el peine y verificó que contenía la totalidad de los proyectiles. Lo volvió a colocar en su lugar y puso cuidadosamente el seguro. Observó otro peine de recambio completo y una caja que contenía balas de repuesto. Todo estaba en orden; no esperaba tener que usar nada de esto, pero iría armado; si aquella  quinta fuera la guarida de Bormann, las cosas podrían resultar sumamente peligrosas.
Conforme a su experiencia, no comunicaría sus movimientos a nadie, ni aún a su compañero Ramón, ni a Cohan que para él era solo un informante. He ahí su estilo; acción inmediata, silenciosa y sin cooperación, eran  las claves de su eficacia como agente secreto en toda su  trayectoria. Los contactos, solo servían para obtener y pasar información; nunca para discutir estrategias, planes u oportunidades. -¿Qué ocurriría si tuviera un encuentro con el eventual prófugo? Sin duda, hallarlo significaría un grave riesgo. De estar allí, ¿tendría guardaespaldas?, o ya afincado, ¿viviría una vida de apariencia normal, en familia?
Su pensamiento volvió a Wilda y asumió con asombro, como aquella mujer había logrado cambiar de pronto su sensibilidad, tan proclive a la contención  de las emociones a causa de aquella manía profesional que lo obligaba a  permanecer en constante alerta. Sintió que se había originado un cambio profundo en su interior y que cualquiera fuera la reacción de Wilda ante sus decididos intentos de intimar, ya  experimentaba la vivencia del enamoramiento y hasta la ilusión de un  amor perdurable, que modificaría para siempre  su existencia.
Entonces, Phil eligió lentamente su vestuario para la velada, procurando resultar  atractivo a su elegida y pasó al lujoso baño donde comenzó  a llenar la  bañera. Probó la temperatura del agua, echó un puñado de sales aromáticas y sumergiéndose, gozó de la relajante ablución, que lo hizo sentirse pleno.
Más tarde, se rasuró y acicaló y cuanto estaba pronto para salir, sonó el teléfono. Narda le anunció que en cinco minutos podrían encontrarse en el hall de la recepción. Él bajó de inmediato. Un botones le informó que el chofer de su automóvil los esperaba en la entrada.
Y en instantes, aparecieron las dos damas vestidas con trajes de noche. Estaban  radiantes y Phil no pudo disimular  su profunda admiración por Wilda. – Me rindo ante tanta belleza,  les dijo, halagadoramente, mientras su mirada enfocaba los grandes ojos, de verdes iris y profundas pupilas, de su amada. Las condujo con cabarellerescos modales hacia la salida y partieron al teatro.
Las localidades reservadas para ellos eran privilegiadas y por lo tanto muy cercanas al proscenio. Phil pudo observar cada movimiento del mago y  de su ayudante Lothar, así como el de los colaboradores circunstanciales que participaron en algunos  números del extenso programa.
¿Ilusionismo, magia o ambas cosas? No pudo siquiera imaginar como el mago lograba evitar la mínima  sospecha acerca de los trucos que utilizaba para presentar los enigmas mayores, como el de las esbeltas gemelas idénticas.
Mandrake las hacía pasar al escenario, las presentaba al público y ellas saludaban con gestos y expresión totalmente diferenciada. Luego, las invitaba a sentarse, una frente a otra, ante una mesa circular donde conversaban, bebían champaña y comían masitas que Lothar les había  servido. Lo hacían con movimientos absolutamente simétricos,  de extrema  sincronización, que incluyeron  un brindis inicial, tomar los pastelillos, ingerirlos, cruzar  y descruzar sus piernas, simulando ser una sola persona frente a un espejo; pues a cada movimiento diestro de una, se oponía uno siniestro idéntico de la gemela. Hasta aquí, se trataba meramente de la extraordinaria habilidad de dos mellizas idénticas, una diestra y otra zurda, bien entrenadas para exhibir una prodigiosa simultaneidad de movimientos.  Pero cuando el mago las invitó con un  gesto de ambas manos a ponerse de pie, lo hicieron  en una suerte de fascinación y separándose ambas, un paso  hacia  un mismo lado de la mesa, marcharon  una hacia la otra, fundiendo sus imágenes en una sola. Mandrake la tomó de una mano y la joven saludó con simpatía y halago ante los nutridos aplausos de los asistentes; mientras tanto Lothar retiraba mesa y sillas, el improvisado escenario de aquella proeza, demostrando que allí, aparentemente, no existieron espejos que engañaran a los miles de ojos expectantes. Y para mayor asombro aún, mientras Mandrake indicaba a Lothar unirse a la ovación que continuaba, la chica corrió hacia una de las salidas laterales del escenario y trajo desde allí a su desaparecida gemela, tomada de la mano.
Finalizada la función, Narda sugirió a X9 que se adelantara con Wilda hasta la Confitería Ideal, donde ella, su novio y Lothar, los encontrarían en cuanto pudieran retirarse. - Mandrake ha reservado ya una mesa para todos, le dijo, mientras Phil con regocijo incontenible, ofreció su brazo a la dama.
Llegados al elegante local de la calle Suipacha, ingresaron a su suntuoso interior,  y quedaron gratamente sorprendidos por tal refinamiento. Un maître de service, los condujo a su mesa y en aquel maravilloso ambiente, se dio el encuentro soñado por Phil. Bastó que Wilda le dijera que había reconocido en él a la persona con quien intercambiaron miradas en la cubierta del barco que los trajo desde Montevideo, para que él confesara el dulce idilio que imaginó que desde ese momento existiría entre ellos. Y cuál había sido su dicha al confirmar que el destino los reunía en el  Claridge, a causa de haber conocido a su  prima la princesa. Tomó su mano y la besó amorosamente; una sonrisa y la profunda mirada llena de pasión  de la joven, sellaron el comienzo de una relación que no se disolvería.

15

Percibiendo aún  los efluvios de la delicada piel de Wilda, Phil se retiró a descansar envuelto en una red de nuevas sensaciones. Un lance mágico había desdoblado su personalidad. El avezado  y duro investigador, héroe de tantas historias de riesgo, olvidó durante algunas horas la  intrincada misión que emprendería al día siguiente,  para dar libre paso a la emocionante experiencia de un hombre vivo, real, capaz de amar con  todo su ser, como cualquier otro.
Abrió la puerta de su cuarto, conservando en la mano izquierda dos sobrecitos rotulados “mensaje telefónico” que el recepcionista nocturno le había entregado. Los dejó sobre la cama que estaba abierta, con la colcha retirada y el pijama prolijamente dispuesto sobre las almohadas; se quitó la ropa de calle y pasó al baño para asearse antes de ir a dormir. Encendió la radio, la sintonizó  para oír música clásica y recostándose en la cama, abrió los sobres y leyó los mensajes, que lo dejaron intrigado. El  primero,  recibido a  las  21:30   horas,  decía: - Llámame cuanto antes, tengo novedades urgentes. Ramón.  El segundo emitido a las 23:15, insistía: - No dudes cualquiera sea la hora de tu regreso; llámame de inmediato. Ramón.
Indudablemente era una advertencia que su compañero consideraba de gran importancia. Se contuvo unos instantes porque su intención era  actuar sin comunicar a nadie sus pasos, ni siquiera a Ramón, en quien confiaba plenamente por cuanto Bill se lo había presentado en la embajada americana en Montevideo y, al asumir la misión que Graff le encomendara , le dijo que sería su único contacto y apoyo logístico en Buenos Aires. Meditó unos instantes y tomó el teléfono. Debía ser muy cauto y asegurarse que la conversación no fuera escuchada por la telefonista. Bien sabía que después de medianoche el tráfico de llamadas era escaso y que para superar el tedio, estas chicas escuchaban a veces conversaciones que podrían resultar sabrosas.
Llamó a la central y al instante  la telefonista, le anunciaba:
-El señor Columba está en la línea.
 -Hola, se oyó, y Phil reconoció la voz de Ramón, pero dejó transcurrir unos segundos hasta oír un clic que le aseguró que la telefonista ya prestaba atención a otra comunicación entrante.
-Dime, ¿qué pasa?
-Pues…creo que debemos  vernos por la mañana. Tu colega, el escritor que te presenté ayer, me ha sugerido una reunión  antes de tomar la decisión final respecto a  la inclusión de tu nueva obra en la colección que dirige; creo que debemos escucharlo, es mi asesor principal, el de mayor confianza.
A Phil le resultó incómodo dilatar su plan del día siguiente, pero se sintió obligado a complacer a su compañero al notar que aquellas notorias discreción e insistencia  aludían a la aparición de un riesgo sustancial.
-Está bien Ramón, respondió X9 en forma cansina y agregó: ¿a qué hora y dónde?
-En el lugar de siempre y a las 10. ¡No logré conseguir que ese trasnochador se comprometiera a estar  ni un minuto antes, pero eso sí, sé que es puntual! ¿OK?
- OK, que descanses, hasta mañana; y colgó el auricular.
Y como siempre, durmió reparadoramente.