lunes, 8 de agosto de 2011

Coloquio entre Emilio y Miguel


 (Algunas reflexiones sobre el agua, el alma y la creación)
                                                                                                                
Emilio.- ¡Mozo, AGUA, por favor!
  
Miguel (entrando al Sportsman y acercándose a la mesa que comparten habitualmente con Emilio). - Maestro, lo noto caliente...

Emilio.- ¿Caliente yo? ¡No querido, el café!... Está hirviendo y este atolondrado no me trajo  el agua...

Miguel.- Deberíamos rechazarle el café, si no trae primero el agua.

Emilio.- Tienes razón; ¿acaso el agua no es el principio de todas las cosas? Sin agua no estaríamos aquí, ya que la mayor parte de nosotros es agua; ni podríamos disfrutar de esto a lo que llamamos café - ¡oh  sofisma!-, que en realidad no es sino agua...¡ negra,  pero agua al fin!.

Miguel.- Ah, Maestro, ¡Cuánta sabiduría! Como a través de estas pequeñas cosas, su visión sagaz descubre la sustancia profunda que subyace en el Cosmos. Y para ello, le basta a Ud. una partícula...

Emilio.- Partículas son las que flotan en esta agua turbia. ¡Observa!... Por supuesto que Carl Sagan pudo haber bebido café en un sucio boliche como nosotros, para concluir  investigando y divulgando que hace 4000 millones de años, en lagunas y océanos de la primitiva Tierra surgía la vida, de una especie de sopa química, “cuya complejidad crecía paulatinamente, hasta que un día, por puro accidente, nació una molécula que fue capaz  de hacer copias bastas de sí misma, utilizando como bloques constructivos otras moléculas de la misma sopa” (Cosmos, II, 30).

Miguel.- ¡Y eso, seguramente sin comprobar, como nosotros sabemos, que los vasos se lavan una vez por semana!...

Emilio.- ¡Ja, Ja! , así es.  Pero, mayor admiración aún, me provocan los antiguos jónicos, que con Tales de Mileto, proclamaron que el agua es el principio de los seres.

Miguel.- Tales... afirmaciones, también a mí me sorprenden, Maestro. ¡Qué  finos espíritus los de estos antiguos sabios que intuyeron verdades globales, dos mil  quinientos años antes de su científica comprobación!

Emilio.- ¿Intuición? o...  ¡plagio!  Sí,  querido  amigo,  el misterio  de  la creación y todas las cosmogonías son un devenir de pensamientos, donde unos les deben a otros, lo esencial.  En esta reflexión sobre el principio acuoso de la vida y el universo todo, podemos retrotraernos a épocas tan  remotas,  precientíficas, que  el  mito  aún  no  había  dado  lugar  al nacimiento de la filosofía y los primeros conceptos escritos,  apenas señalaban  los comienzos de la historia. Todo cambia,  pero también las verdades fundamentales permanecen  y  todos  los  pensadores somos deudores de los que nos precedieron.

Miguel.- Maestro, me recuerda Ud. los orígenes cósmicos en Homero, con su Océano progenitor de todos los dioses  y Tetis madre.

Emilio.- Sí. La leyenda que  deriva el cosmos de un principio húmedo, nos  transporta a la civilización egea, de la que el vate ciego era eco. Aunque, como tú también sabes, ese mito era común a todas las grandes civilizaciones orientales, con las que  la  pre-helénica había mantenido
relaciones directas o indirectas (caldeos, egipcios, fenicios, etc.). Reconozcamos que los babilonios y los egipcios,  en su incipiente iniciación en la investigación científica desinteresada, mostraron una tendencia  a  la  generalidad  y  la  racionalidad   y;  que dentro de la especulación religiosa,  revelaron,  envuelta  en la forma mítica, capacidad de formular conceptos filosóficos. Su cosmogonía expone una idea de unidad universal,  y - en sus diversas expresiones- un pasaje de la unidad caótica primera a la distinción de los seres; es decir, el tránsito del caos acuoso original (Tiamat, en Babilonia;  Nun en Egipto) y de las tinieblas; al orden y a la luz (Marduk, en Babilonia; Ra, en Egipto).

Miguel (inclinándose hacia el oído de  Emilio y en francés).- Maître, regardez ces étudiants; ils nous observent.

Emilio.- Déjalos, capaz que pescan algo y tal vez salvan. Hablemos de Heráclito, que es tema de examen.

Miguel.- ¡Ja!... Les encanta porque es bollo. Año 500 a.c. (redondito) y el tema del río, que les hace pensar en el verano (única estación en la que se bañan por voluntad propia). Es pregunta para  alumnos amigos,... para los que dejan vivir en paz y se divierten con nosotros durante el año.

Emilio.- Aquí tengo extractos del libro de Heráclito de Éfeso, alias El Oscuro, de quien aún estamos por saber, porqué así le llamaban: si por morocho o por difícil de entender. Y ¡ojo!, que esto puede costar un pase directo a febrero.

Miguel.- Déme Maestro, que yo lo leo, con mi mejor voz, que parece la de  Zeus, Tonante. No confundir: ¡No dije tunante!... Ésta, es mi breve selección de fragmentos de  la obra “De la Naturaleza”...:   No es  posible descender dos veces al mismo río, tocar  dos veces una sustancia mortal en el mismo estado, sino que por el ímpetu y la velocidad de los cambios, se dispersa y nuevamente se reúne, y viene y desaparece (frag. 91).
                                                                                              
Emilio.- Esta es la primera expresión de su antítesis de experiencia y razón. El dato de la experiencia: el flujo incesante de las cosas y del sujeto cognoscente. Este principio de su filosofía, mereció la crítica  de Platón y Aristóteles, que notaron  que bajo él, el conocimiento se vuelve imposible, por no poder establecerse relación alguna entre dos términos - el objeto y el sujeto- ambos en constante cambio.

Miguel.- Y recuerde Maestro, el extremo al que llegó su discípulo...“Cratilo, concluyó por creer que ni siquiera se debe hablar; y se limitaba a hacer señales con el dedo, y criticaba a Heráclito por haber dicho que no es posible sumergirse dos veces en el mismo río: a su parecer no es posible ni siquiera una vez”. (Aristóteles, Metafísica IV, 5). Esto del dedo, siempre me hizo pensar en esa forma  tan  universal  de expresarse, que consiste meramente en elevar el dedo medio, manteniendo el  puño cerrado  y en ligero movimiento.

Emilio.- Ya. Y la segunda propuesta de la antítesis de que te hablé,  es la exigencia de la razón: el concepto de la Unidad divina.

Miguel.- Que se apoya en estos textos, (y por lo bajo, hacia el lado de los estudiantes);  ¡oíd, palurdos!: No hay sino una sabiduría: conocer la Inteligencia (el pensamiento) que gobierna todo penetrando en todo (frag. 41). La ley y la sentencia es seguir lo Uno (frag.33).

Emilio.- ¡Qué maravilla!, esto suena en mis oídos, como afinado Stradivarius,  interpretando un solo de concierto de Paganini!

Miguel (a los estudiantes).- Recordadlo, porque si no, los que sonarán, seréis vosotros.

Emilio.- Y trazó además el camino de conciliación de aquella antítesis. Primero, destacó  el valor y la dificultad del conocimiento.

Miguel.- El pensar es la virtud más grande; decir la verdad y obrar de acuerdo a la naturaleza comprendiéndola, es sabiduría (frag. 112). Esto, fue lo relativo al valor y sigue lo que manifiesta la dificultad: De todos aquellos cuya palabra escuché, ninguno llegó a conocer que la sabiduría es una cosa separada de todas las demás (frag. 108). Los que buscan oro, cavan mucho y encuentran poco (22). (Riendo): ¡qué nos lo digan a nosotros, que Secundaria nos prometió un aumento  hace cinco años, y todavía estamos esperando! Quizá nunca  logres hallar los límites del alma, cualquiera sea el camino que recorras: tan profunda es su razón (frag. 45).

Emilio.- Lo del aumento, apoyado! Y ahora  lee  lo de  la  fe, como condición del verdadero conocimiento.

Miguel.- Si no esperas, no hallarás lo inesperado, que es inalcanzable e inaccesible  (frag. 18). El conocimiento no se alcanza por falta de fe (frag. 86).

Emilio.- Y finalmente, la conciliación de la antítesis se logra a través de la búsqueda de la sabiduría, que consiste en conocerse a sí mismo; y el descubrimiento de la Razón divina inmanente. Lee, hijo mío.

Miguel.- Si, Maestro. A todos los hombres les es posible  conocerse a sí mismos y ser sabios (frag. 116). Propio del alma es la  razón, que se acrecienta a sí misma. (115). La educación es otro sol para los educandos. (frag. 134). Maestro! ¡Vea lo que aquí dice! Este fragmento es de incierta autenticidad! Y, (dirigiéndose socarronamente a los estudiantes): ¡Ni que los hubieran conocido, Calibanes! Continúo. Por ello conviene que se siga la (Razón) universal, es decir, la (razón) común: ya que lo universal es lo común. Pero mientras esta Razón es universal, la mayoría vive como si tuvieran una inteligencia absolutamente personal (frag. 2).

Emilio.- Pasemos a su enseñanza de la Razón. El primer concepto es el de la identidad de lo Uno eterno  (el fuego) y del devenir universal.

Miguel.- Escuchando a la Razón, y no a mí, es sabio reconocer que lo Uno es todas las cosas (frag. 50). Este mundo, el mismo para todos los seres, no lo ha creado ninguno de los dioses o los hombres, sino que siempre fue, es y será fuego eternamente vivo, que se enciende con medida y se apaga con medida (frag. 30). Todas las cosas se permutan con el fuego y el fuego con todas, como los objetos con el oro y  el oro con los objetos. (frag. 90).

Emilio.- Heráclito ve esa permuta no sólo como una alternancia de las cosas, sino también  como periódico suceso universal, siguiendo la concepción de los ciclos cósmicos, que los griegos recibieron de la astronomía caldeo-babilónica. Esto se revela en el fragmento que alude  a la conflagración universal.

Miguel.- Y sobreviniendo el fuego, juzgará y condenará todas las cosas (frag. 66).

Emilio.- Como lo confirman éste y otros fragmentos, Heráclito se acerca con estos pensamientos, a la religión de los misterios. La segunda enseñanza de la razón, manifiesta la  realidad del ser como despliegue de opuestos y armonía de contrarios. Lo que - refiriéndose a Heráclito - Platón expresó así: “El ser, siempre en lucha y siempre en armonía”.

Miguel.- Todo lo que es contrario se concilia y de las cosas más diferentes nace la más bella armonía, y todo se engendra por vía de contraste (frag.8). Mejor es la armonía oculta que la aparente (54).

Emilio.- Esto nos lleva al recíproco condicionamiento de los opuestos.

Miguel.- Sólo la enfermedad hace dulce la salud, el mal el bien; el hambre la saciedad; la fatiga el reposo (frag. 111). Si no  existiese la ofensa no se conocería tan siquiera el nombre de la justicia (23).

Emilio (con un gesto de advertencia, refiriéndose a los estudiantes).- Aflojémosle, Miguel, que esta sinfonía ¡los va a dormir! Nos queda mostrarles la permuta y la identidad de los contrarios.

Miguel.- Las cosas frías se calientan; lo caliente se enfría, lo húmedo se seca, lo árido se humedece (frag. 126).

Emilio.- Para terminar de despertarlos, léeles lo relativo al alma.

Miguel.- Para las almas (fuego) el convertirse en agua es la muerte; para el agua es la muerte transformarse en tierra, pero de la tierra se produce el agua, y del agua el alma (frag. 36).Nosotros vivimos la muerte de aquéllas (almas) y ellas viven nuestra muerte (77). Inmortales, mortales, mortales inmortales, viviendo la muerte de aquéllos, muriendo la vida de éstos (62). A los hombres, después de la muerte, les esperan tales cosas, que no se imaginan ni sospechan (frag. 27).

Emilio.- Creo que esto merece, cierta aclaración. Para Heráclito, las almas, como elemento divino, son idénticas al fuego. Al ingresar al cuerpo (agua), el alma (fuego) sufre un período de muerte y, resucita con la muerte del cuerpo, liberándose del elemento húmedo. Por eso considera a los inmortales (almas) mortales y a los mortales (hombres) inmortales, porque en ellos está el alma imperecedera. Y así, anuncia a los hombres - en el último fragmento  que leíste - la eternidad después de la muerte.

Miguel.- ¡Bellas imágenes éstas, Maestro!, que nos llevan a navegar por el cosmos y enriquecen nuestro espíritu, dándonos el porqué de la vida, de la creación y del arte. Para mí, éste jamás estará vacío de contenidos, si el creador continúa en la búsqueda de esa transmutación de sustancias  y, como artista y hombre percibe, que su lucha interna, participa de ella.

Emilio.- (Con reminiscencias de viejas y románticas épocas) ¡Llueve!, vamos Miguel, que perdemos el tranvía...

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Montevideo, otoño de 1998.

1 comentario:

  1. Estas páginas están dedicadas con gran admiración y profundo respeto a dos grandes educadores: al poeta y filósofo don Emilio Oribe y al filósofo-humorista don Ismael San Miguel.

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